Yo tranquilamente enseñaba que muchos de los errores de la Iglesia Católica Romana eran debidos a la mala traducción de la Vulgata en latín. Tenía la confianza de haber hecho un examen superficial sobre el tema y daba como ejemplo Mateo 3:2 en donde el mandato de Juan el Bautista, “Arrepentíos”, se traduce paenitentiam agite. Como cualquier hablante del español puede ver, eso quiere decir “Haced penitencia” en vez de “Arrepentíos”. En las clases decía, “Hermanos, ¡qué triste ver a la Iglesia Católica hablar de penitencia en vez de arrepentimiento! Pero con tan mala traducción ¿nos sorprende?”
Así era mi explicación hasta que empecé a estudiar el latín. A lo largo de dos semestres luché bastante con ese idioma. Fue muy difícil, pero una de las bendiciones del curso fue traducir varios capítulos de la Vulgata. Para sorpresa mía, encontré que la Vulgata es una buena traducción. Sí, leíste bien, una buena traducción. No es el latín más natural porque se ciñe bastante al griego en el Nuevo Testamento, pero comunica fielmente el mensaje. No es perfecta, pero ninguna traducción lo es. Esta apreciación sobre la calidad de la traducción de la Vulgata es compartida por E. J. Hutchinson, un latinista de la universidad Hillsdale College, quien la afirma con años de experiencia en la Vulgata.
Efectivamente la frase paenitentiam agere según el lexicón de Lewis y Short significa “arrepentirse”. Lutero usó la palabra paenitentia en la primera de sus 95 tesis y la segunda y la tercera tesis especifican que no es la penitencia sacramental administrada por los sacerdotes, sino una penitencia interna que lleva a cambios externos. En términos modernos, Lutero habla del arrepentimiento. Calvino también usaba la palabra paenitentia muchas veces en la Institución para referirse al arrepentimiento (ver Institución, lib. III, cap. III).
Explico este ejemplo puntual porque ilustra el peligro de vincular directamente una versión con una teología. Por un par de ejemplos malentendidos yo había dado falso testimonio sobre una versión de la Biblia. En mi mente había visto un vínculo directo entre la teología de la Iglesia Católica y la Vulgata, cuando en realidad la raíz de sus desviaciones doctrinales no era la versión de la Biblia que usaban, sino muchos otros factores.
La versión que usas no determina necesariamente tu teología.
Si continuamos con el ejemplo de la Vulgata, vemos que Lutero por ejemplo la citaba en sus obras escritas en latín (ver para más sobre la importancia del latín para el protestantismo). El regreso a las fuentes del hebreo y del griego obviamente fue un factor muy importante en la Reforma, pero principalmente por las traducciones hechas a las lenguas vernáculas y no porque la Vulgata no enseñara el evangelio.
Para citar un ejemplo más moderno, tomemos la versión Reina-Valera. Si la versión determinara la teología de la persona o el grupo que la usan, ¿cómo pueden la Pentecostal Unida (Unicitaria) y las Asambleas de Dios usar la misma Biblia y llegar a creencias tan diferentes sobre la Trinidad? Obviamente la versión no lleva necesariamente a cierta posición sobre la Trinidad. Los mormones también usan una Biblia derivada de la Reina-Valera 1909, pero sus creencias se desvían mucho del evangelio.
Estos ejemplos muestran que no hay un vínculo necesario entre una versión fiel de las Escrituras y una buena teología. Esto lo reconoce Pedro cuando habla de los escritos de Pablo: “casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pe 3:16, RV60). Si los indoctos e inconstantes torcían los escritos de Pablo en el mismo siglo, ¿nos debe sorprender que personas lo hagan veinte siglos después?
Una mala versión puede torcer tu teología.
Lo que dije arriba no descarta la posibilidad de que una versión no fiel tuerza tu teología.
El caso clásico es el de los Testigos de Jehová. A diferencia de la Vulgata, la Traducción del Nuevo Mundo (TNM) no es una buena traducción. La TNM incluye muchas traducciones erradas, especialmente con respecto al Hijo de Dios.
El error de traducción más famoso es de Juan 1:1: “En [el] principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios”. ¡Ninguna otra versión que yo conozca traduce “un dios” en este versículo! La gramática griega no apoya esta traducción (ver Gramática griega: sintaxis del Nuevo Testamento por Daniel B. Wallace y Daniel S. Steffen al respecto). Si simplemente nos ponemos a meditar en la lógica del versículo, nos damos cuenta de que algo que ya existía en el principio es eterno y, por lo tanto, es Dios, no un dios. Podríamos trazar el argumento de todo el evangelio para probar lo que Juan claramente dice en el primer capítulo: el Verbo que era Dios en esencia se hizo hombre. Así que, confiar en la TNM en Juan 1 te llevaría a creer un error digno de condenación eterna.
Esta forma de traducir mal los versículos sobre Jesús es notable en la TNM.
Miremos otro ejemplo. Colosenses 1:16, con referencia al Hijo, dice: “porque por medio de él todas las [otras] cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra, las cosas visibles y las otras cosas invisibles, no importa que sean tronos, o señoríos, o gobiernos, o autoridades. Todas las [otras] cosas han sido creadas mediante él y para él”. Los corchetes están en la traducción, pero brillan por su ausencia en el texto griego. Los traductores metieron dos “[otras]” y cambiaron completamente la enseñanza sobre el Hijo de Dios como creador de todas las cosas.
No podrías tener una teología sana sobre la cristología si confías en los pasajes mal traducidos sobre Jesús en la TNM. Resulta interesante observar que la TNM no traduce todos los pasajes igualmente mal. En Juan 20:28 leemos del encuentro de Tomás con Jesús: «En contestación, Tomás le dijo: “¡Mi Señor y mi Dios!”». Tomás le dice directamente a Jesús “mi Dios” en una traducción muy fiel al griego. Esta traducción fiel choca con la gran mayoría de otros pasajes cristológicos de la TNM.
Afortunadamente, no todas las traducciones tuercen las doctrinas tanto, pero debemos ser conscientes de la posibilidad de que una traducción afecte nuestra teología.
En cualquier traducción existe una tensión entre la equivalencia formal (un enfoque en la estructura gramatical del idioma original) y la equivalencia funcional (un enfoque en la estructura del idioma de la traducción). Ninguna traducción es completamente formal ni funcional. Al mismo tiempo, hay traducciones que van a un extremo en esta escala y por lo tanto pierden una parte importante del mensaje.
Pienso en 1 Tesalonicenses 5:2 en la Traducción en lenguaje actual (TLA): “Ustedes saben muy bien que el Señor Jesús regresará en el día menos esperado, como un ladrón en la noche”. No aplico mi crítica a toda la versión (no la he leído mucho), pero en este versículo la traducción esconde la frase “el día del Señor” (que está en el griego) al traducir de una forma bastante funcional. Sin las palabras exactas, el lector no capta la alusión clara al “día del Señor”, sobre el cual enseñan varios pasajes del Antiguo Testamento. Aunque la traducción no cambia tanto el mensaje como la TNM, de todas maneras este caso podría afectar la teología del lector.
Por lo dicho, en este punto queda claro que es importante comparar varias versiones para no basar una doctrina en una traducción particular no fundamentada.
Tu posición sobre la crítica textual no cambia tu teología.
Quiero terminar este artículo con el punto que quizás más polémica genera. No sé cuántas veces he escuchado o he leído la afirmación de que “las versiones modernas de la Biblia han cambiado las doctrinas fundamentales”. Este tema tiene que ver principalmente con la crítica textual. La crítica textual es la disciplina que busca establecer el texto original de la Biblia, especialmente con respecto al Nuevo Testamento. Existen varias posiciones sobre la crítica textual, pero la diferencia más grande se nota entre las versiones que esencialmente siguen el Textus Receptus (como la Reina-Valera) y las versiones que siguen el texto griego crítico o ecléctico (p. ej. la Nueva Versión Internacional, la Nueva Traducción Viviente o la English Standard Version en inglés).
No tengo espacio para explicar a fondo la crítica textual, pero quiero mencionar dos puntos básicos.
Primero, la crítica textual no se trata de “quitar versículos” o “quitar doctrinas” de la Biblia. Muchísimas personas dicen eso, pero muestra una falta de conocimiento sobre el tema. El problema es tomar la versión que uno lee (normalmente en este caso la Reina-Valera) como punto de partida y juzgar a todas las demás con base en lo que “mi Biblia dice”. La meta de la crítica textual es buscar establecer el texto original y para hacer eso hay que evaluar tanto la evidencia externa como la interna. Si la evidencia indica que un versículo no estaba en el texto original, no ponerlo en la versión no es quitarlo, sino establecer correctamente el texto.
Segundo, Erasmo, el estudioso que editó el texto griego que serviría como base para el Textus Receptus, tuvo que usar la crítica textual en la compilación de su obra. Incluso escribió muchas notas en latín sobre las variantes textuales y las decisiones que había tomado al respecto. Es decir, los que siguen el Textus Receptus han beneficiado de la crítica textual también, aunque muchas veces no lo quieren reconocer.
Amado lector, si has leído hasta este punto, seguramente ya debes tener una idea de cuál será mi respuesta sobre la crítica textual y las versiones de la Biblia. Si usas una versión que sigue el Textus Receptus o una que sigue el texto ecléctico, esa decisión no determina tu teología. Los versículos que citas para apoyar ciertas doctrinas pueden variar, pero las doctrinas no cambian porque no descansan sobre versículos aislados.
La versión de la Biblia que usamos no determina nuestra teología. Si estás de acuerdo con esta afirmación, no debes tildar a los que usan otra versión de liberales o de ultraconservadores simplemente porque usen una versión diferente. Los que aceptan el texto crítico no necesariamente son permisivos y los que se basan en el Textus Receptus no necesariamente son conservadores en su teología. Hay de todo en la viña del Señor y debemos evaluar las posiciones de los demás de forma integral y profunda, no solamente por la versión que usen.