Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él (Mt 28:34).
Cuando nos familiarizamos mucho con el mensaje general de una historia, podemos perdernos detalles que suelen ser muy importantes para el desarrollo de la misma. Lo mismo pasa con el relato de la crucifixión, podemos pensar tanto en las fuertes imágenes del sufrimiento que perdemos de vista lo que está al rededor.
Cuando se piensa en el perdón que es dado a uno de los ladrones que estaba en la cruz, la mayoría de personas lo relacionan con algo bueno que él hizo: reconocer a Jesús; sin embargo, sabemos que la salvación no proviene de nuestras obras, aunque ciertamente el abrió su boca y confesó a Cristo, algo sucedió antes en su corazón para reaccionar de tal manera.
Al principio de la crucifixión, los dos ladrones injuriaban a Cristo, los dos estaban en el mismo nivel de maldad y culpa y por cierto ambos merecedores de su castigo; pero gradualmente y conforme pasaban las horas, la compasión de Jesús con los que le maltrataban y el silencio ante los improperios, uno de ello pudo verlo como un verdadero Rey que padece. La gracia de Dios obró en el corazón de este hombre para traerlo a salvación habiendo reconocido su culpa y a Cristo como el Rey que había sido anunciado, pero ¿y el otro? El otro fue justamente condenado.
Ese plano describe de manera muy real la soberanía de Dios en la salvación. El juicio y la misericordia estaban a la derecha y a la izquierda del Señor y en ambos él fue glorificado. Sí; aunque Dios no se complace en el castigo de los pecadores, él es glorificado cuando eso sucede, su Justicia resplandece haciendo notorio su poder y su Santidad. (Rom 9:22-24). Por otro lado, también brilló su Gracia y misericordia al perdonar a alguien que no lo merecía, para hacer notoria las riquezas de su Gloria (Rom 9:23).
Nu hubo injusticia alguna en Dios al salvar a uno y a otro no (Rom 9:14). De hecho, quienes acusan a Dios de injusto, deberían pensar que si hubiese Dios exhibido toda su Justicia, justamente ambos debían ser castigados; pero en el caso de los ladrones, como el de muchos de nosotros hoy, su misericordia se puso a la par de su Justicia para salvar a quienes no lo merecíamos.
Esto debe producir en nosotros una constante actitud de alabanza, servicio y agradecimiento. Bendita misericordia del Señor por la cual no recibimos el castigo que merecíamos y bendita Gracia por la que hemos recibido la Salvación que no merecíamos.✍