…Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. (Hec 1:11)
Si hay una esperanza que aguardamos aquellos que hemos creído en Cristo es; su pronto regreso y cumplimiento definitivo de todas sus promesas.
Esto no parece muy atractivo a los que se han entregado a lo experimental y razonable. La doctrina de la venida de Cristo desafía nuestra fe. Los labios pueden proclamar con fuerza ¡MARANATHA! Y el corazón estar lejos de la certeza, el consuelo y la confianza que ella representa.
La preocupación por el presente
Los discípulos habían estado con el Señor por cuarenta días luego de su resurrección. Habían sido instruidos por él y habían recibido promesas de ser guardados y que ciertamente él estaría con ellos durante la obra que emprendieran; pero al momento de la partida, parece que ellos sintieron no solo sorpresa, sino también nostalgia porque el Señor ya no estaría corporalmente.
Su mirada al cielo era también de preocupación, pero los ángeles se encargaron de recordarles que Jesús volvería de la misma manera en que le veían partir; en el cielo y también acompañado de seres celestiales.
La materialización del mensaje el evangelio y el constante énfasis en los bienes terrenales, puede desconcentrarnos del anhelo ferviente por su venida. Finalmente donde está el tesoro, allí está el corazón.
Quizás sea esta la razón por la que tal mensaje ha desaparecido gradualmente de muchos púlpitos.
Las personas están muy preocupadas por el presente y el futuro no es motivo de inquietud. Pero nosotros no vivimos en función de lo que aquí tenemos sino de lo que esperamos en el Señor.
La venida de Cristo y los padecimientos
La esperanza del retorno del Señor también es un consuelo en medio de los padecimientos. Al respecto, Pedro escribió lo siguiente:
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. (1 Ped 4:12-13).
Nuestros padecimientos se convierten en un motivo de gozo cuando sabemos que ellos tendrán su fin en la venida de Cristo en gloria después de habernos identificados con él.
Muchas personas buscan encontrar consuelo en medio de sus padecimientos a través de la autoayuda o de mensajes inspiracionales; e incluso los predicadores han asumido que la psicología puede dar consuelo al creyente que sufre, pero no hay nada mejor que mirar al cielo y esperar desde allí al Salvador.
Y usted ¿aun se consuela con la esperanza del retorno del Salvador?
Que el Señor nos ayude a tener su retorno como nuestra mayor fuente de consuelo y esperanza. Que la enseñanza de la venida de Cristo no sea un mero relleno teológico de nuestra confesión de fe, sino un motor que nos impulse a vivir de manera piadosa y gozosa de este lado del cielo.