Vino luego a sus discípulos los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar [y orar] conmigo una hora? (Mt 26:40)
El gran predicador inglés del siglo XIX; Charles Spurgeon dijo lo siguiente acerca de la oración: «Debemos orar cuando estemos con disposición a orar, porque sería pecaminoso desaprovechar tal oportunidad. Debemos orar cuando no tenemos tal disposición, porque sería peligroso permanecer en tal condición enfermiza» (1)
Este pensamiento resume la gran importancia que tiene para un cristiano la vida de oración. Aunque no siempre se tiene la misma disposición, alguien que realmente ha sido redimido entiende que no puede dejar pasar el tiempo sin tener tiempos de verdadera oración.
La oración es el medio que Dios mismo ha puesto en el corazón de sus hijos para que ellos tengan comunión con él. Aquellos que no son hijos de Dios, no pueden desear a Dios. Sus corazones están inclinados hacia ellos mismos, de modo que siempre buscan su propia gloria; además de eso, su naturaleza pecaminosa y vendida a las pasiones de la carne, hacen que otras cosas sean más deleitosas que el ejercicio espiritual de orar.
Sin embargo, eso no significa que para los creyentes orar sea una tarea fácil. Frecuentemente, notamos que el agotamiento físico, el desánimo, los afanes y aun la misma lucha con el pecado se convierten en obstáculos para una relación plena con nuestro Padre a través de la oración.
Los discípulos de Jesús habían sido convocados por él para tener una jornada nocturna de oración, sin embargo, después de Jesús haberse apartado a hablar en secreto con su Padre y regresar, los encontró dormidos. Probablemente, estaban agotados y consumidos por el cansancio, producto de largas jornadas de predicción; sin embargo, Jesús aprovecha ese momento para hablarles de lo vital que es que nuestro cuerpo responda al estímulo del espíritu, el cual siempre está presto.
La carne y el espíritu libran una batalla al rededor de la oración, pero nosotros, debemos llevar esa batalla a favor del espíritu, ¿cómo? Orando. Motivados por el deleite de estar en comunión con Dios y saber además que somos guardados de las tentaciones.
Que el espíritu quiera orar y la carne sea débil, no debe ser un excusa sino un estímulo para tener una vida de oración cada vez más intensa, sabiendo cuán beneficioso y necesario es para nosotros mismo.
(1) [Los saleros: una colección de proverbios Vol I: A a L] Londres 1889