El anfiteatro de la fe

Estas son las notas de uno de los sermones de la serie de sermones escogidos que nos habla acerca de la carrera de la fe que los cristianos corremos en nuestro andar de este lado de la eternidad. Y parte de esta carrera son los sufirmientos; algunos vienen por causa de nuestros pecados, otros por nuestro enfoque materialista y otros por la providencia divina; pero en todos ellos somos llamados a perseverar y a permanecer firmes, a no abandonar la carrera. Todos los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 son nuestro espectadores, pero Cristo es el corredor que llegó a la meta y que espera por nosotros.

Todos estamos familiarizados con la imagen de un coliseo de las antiguas culturas grecorromanas. Eran lugares en los que se practicaban toda clase de deportes y precursores de nuestros modernos juegos olímpicos.

El autor de Hebreos escribe a una audiencia perseguida y que está experimentando algunos sufrimientos y están planeando alejarse de la fe. Así que, en los primeros capítulos los anima a confiar en Cristo, que es superior a todo: los ángeles, el sistema de sacrificios, es superior a Moisés, el Tabernáculo, etc. Finalmente, en los capítulos 10—12 el autor se concentra en exhortar a los hermanos a no abandonar la fe. En el capítulo 10 los exhorta a no retroceder, a esperar un poquito al que ha de venir y a no abandonar la carrera.

En el capítulo 11 se usa la analogía de los peregrinos y extranjeros usando el ejemplo de los padres en el AT para decirles que vale la pena esperar al Señor porque nos ha prometido una patria celestial. Y en el capítulo 12 la analogía es la de una carrera, pero en lugar de poner a los padres del Antiguo Testamento como ejemplos, pone a Cristo y su sufrimiento en la cruz, como nuestro estímulo para correr bien.  La idea parece ser la de continuar la carrera de relevos que ya nuestros padres habían comenzado y no desmayar por los sufrimientos, sino confiar, sabiendo que estos tienen un propósito en nuestra santificación y redención.

Y este es el argumento que desarrollaremos: La vida de fe es una carrera en la que Cristo y sus sacrificios son nuestra principal motivación.

La palabra “por tanto” conecta ambas secciones. El autor no abandona la idea de que somos llamados a perseverar en la fe.

Siendo así, los héroes del capítulo 11 son testigos o espectadores. 

Estos en lugar de desanimarnos son una fuente de ánimo permanente. Son quienes nos estimulan a seguir corriendo a la meta.

Ellos son como una gran nube de testigos en un anfiteatro en el que continuamos corriendo hacia la meta.

Debemos correrla despojándonos del pecado.

  • “Despojarse de todo peso” podría ser también una referencia a trabajar como atletas para alcanzar la meta. Se refiere a esfuerzo, disciplina y dedicación.
  • También puede referirse a correr con ropa ligera. Quitar todas cosa que pueda representar un estorbo en la carrera.
  • Puede ser que el autor de Hebreos esté diciendo a los hermanos que algunos de sus sufrimientos pueden estar viniendo como consecuencia de sus propios pecados y no precisamente por su fe.
  • Correr la carrera de la fe es saber que si necesito avanzar en mi vida cristiana es correr en santidad. A veces no avanzamos, pero no por los sufrimientos, sino por pecados de los que no nos queremos deshacer.
  • Debemos ser honestos con nosotros mismos y no culpar a Dios de sufrimientos que vienen como consecuencia de nuestro pecado.

Debemos correrla con los ojos puestos en la meta.

  • Nuestros sufrimientos deben ser vistos a la luz de los padecimientos de Cristo.
  • Aun cuando los dolores que aquí experimentamos nos lleven a la sangre, habrá una recompensa. Cristo es el ejemplo supremo de cómo correr.
  • Es el que está al final de la meta animándonos en la carrera.
  • Los sufrimientos de Cristo nos modelan renuncia, poner los ojos en lo eterno y no en lo material.
  • Muchos de nuestros sufrimientos no son sufrimientos reales, sino el de amar demasiado las cosas de esta tierra.
  • Sentimos dolor, pero no porque estemos renunciando a algo por seguir al Señor, sino porque, en la mayoría de las veces, nos duele tener que dejar cosas y despojarnos de ellas
  • Muchos de lo que llamamos sufrimientos los podríamos evitar o mitigar si tuviéramos una mente más puesta en la eternidad.
  • Los padres del Antiguo Testamento veían borrosamente la obra de Cristo y, aun así, encontraron consuelo, cuanto más para nosotros no debería ser una fuente de consuelo ver sus sufrimientos tan claramente
  • Los sufrimientos de Cristo son un estándar de lo que es verdaderamente sufrir.

Debemos correrla entendiendo el propósito de los padecimientos.

  • Cada caída, cada dolor que experimentemos tiene el propósito de hacer que corramos mejor.
  • La realidad es que puede que algunos de nuestros padecimientos si sean reales y por causa de Cristo; pero entonces deben ser vistos como parte de la voluntad de Dios para nosotros, de su disciplina, de lo que él usa para nuestro bien
  • Los sufrimientos que no son por nuestro pecado o por nuestra inclinación material son parte de la soberanía Divina para perfeccionarnos.
  • Cosas que perdemos nos Duelen en el momento, pero el Señor sabe mejor que nosotros el porqué.
  • A nadie le gusta sufrir, pero en la sabiduría de Dios todo padecimiento tiene como propósito hacernos más santos.
  • Así como un padre que corrige a sus hijos por amor y para su bien y muchas veces los hijos lo ven como un acto de maldad, así somos muchas veces nosotros cuando en realidad el padre está obrando para nuestro bien.

Piensa en tus propios sufrimientos:

  • ¿Son consecuencia de tu pecado? Entonces soporta, arrepiéntete y confía. Camina en santidad y el Señor te ayudará
  • ¿Son consecuencia de un corazón inclinado a lo material? Entonces mira a Cristo, quien perdió todo por amor a los que vino a salvar. No hay nada que perdemos en este mundo que nos podamos llevar. Piensa en que a lo mejor el Señor te lo quitó para evitar alguna idolatría o simplemente para que en tu necesidad le conocieras más.
  • Y de ser un padecimiento producto de la soberanía de Dios. Descansa en su bondad. Nunca el Padre permitirá un mal para sus hijos y lo que ahora no entendemos puede que tenga mucho sentido después.

Somos peregrinos, extranjeros, pero también corredores de una carrera en la que el pecado, el materialismo y la falta de enfoque en el propósito del sufrimiento son un estorbo.

Como sea; no tenemos ninguna razón para desmayar o para abandonar la carrera.

Debemos fijar nuestros ojos en lo eterno, en Cristo.

Cuanto más conocemos del evangelio, que es la descripción más completa de los padecimientos de Cristo, mejor llévanos los nuestros. Muchos aquí deben estar padeciendo a causa de algo: revisa que no sea por un pecado, revisa que no sea el dolor por perder algo material y de ser un sufrimiento verdadero por causa de la providencia del Señor, tómalo como algo que él está usando para perfeccionarse en tu vida. Dios nos muestra su amor y cuidado a través de nuestros dolores y eso debe producir una profunda sensación de descanso. Ninguno de nosotros sufre hoy hasta la sangre y aun si así llega a ser un día, sabremos que la eternidad será para nosotros una gran ganancia.

Que podamos decir con todo gozo; ¿cómo recibiré de ti el bien y el mal no? Tú eres fiel, soberano y justo. Bendito sea el nombre del Señor en todo tiempo.

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