¿Qué hace que personas que comienzan con un genuino deseo de servir al Señor terminen desviándose de la fe y convirtiendo el evangelio en una fuente de ganancia? ¿Por qué alguien que abre la Biblia para enseñarla no puede ver con claridad aquellas cosas que Dios reprocha y condena tajantemente, y no solo las practican, sino que llevan a otros a practicarlas?
Estas preguntas reflejan exactamente lo que sucedía con los líderes de la iglesia en Éfeso. Comenzaron creyendo en el Señor, formaron parte de la iglesia, escalaron posiciones y, una vez allí, empezaron a distorsionar la Palabra. Se alejaron de la sana doctrina y enseñaron sobre contiendas, vanidades y cosas contrarias a las enseñanzas de Jesús.
Es posible que algunos de ellos lo hicieran con intención premeditada, pero la mayoría se descuidó, quitó su mirada de lo importante y terminó fuera de rumbo. De la misma manera que una pequeña desviación en la trayectoria de un avión puede llevarlo a miles de kilómetros de su destino final, quitar la mirada de Cristo y de la verdadera piedad llevó a estos líderes a caer en vanidad y engaño, arrastrando consigo al resto de la iglesia.
La falsa doctrina y el amor al dinero
En la recta final de su carta, Pablo vuelve a la idea inicial: corregir las enseñanzas de los falsos maestros en las iglesias de Éfeso. Quiere que Timoteo identifique a estos falsos maestros, los evite y advierta a la iglesia para que vuelvan sus ojos a la sana doctrina.
Pablo señala que estos falsos maestros no están contentos con servir al Señor; desean obtener ganancia de la fe y pervierten la doctrina. Están envanecidos y no entienden nada. Se han llenado de arrogancia y orgullo, inventando su propio sistema de doctrinas y despreciando las enseñanzas de los apóstoles.
Sus motivaciones están corrompidas. Solo desean aprovecharse de su posición para obtener influencia y ganancias. Promueven discusiones y contiendas sobre minucias, enfocándose en reglas y normas que desvían a las personas de la verdadera piedad. Esto produce envidias, pleitos, insultos y malas sospechas dentro de la iglesia.
El mayor problema es que utilizan la piedad como medio de ganancia. Desvían la mirada del evangelio de Cristo para que las personas se centren en cosas terrenales y mundanas, ejerciendo dominio sobre ellas para llenar sus propios bolsillos.
La sana doctrina y el contentamiento
Pablo contrasta esta actitud con la verdadera piedad acompañada de contentamiento. Afirma que la piedad es una fuente de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Esto significa estar satisfechos con lo que el Señor provee, sin caer en la avaricia.
El contentamiento es una actitud de estar bien y gozosos con lo que Dios nos da. No se trata de vivir mediocramente, sino de reconocer que nuestra identidad y satisfacción están en Cristo, no en las riquezas materiales. Pablo recuerda que nada hemos traído a este mundo y nada podremos llevarnos, por lo que debemos estar contentos con tener sustento y abrigo.
Este contentamiento es el antídoto contra la avaricia y el engaño de las riquezas. Al poner nuestros ojos en la eternidad y en el evangelio, recordamos que nuestra verdadera riqueza está en los cielos y que en Cristo lo tenemos todo. Así, evitamos caer en la trampa de buscar ganancias terrenales a expensas de nuestra fe.
Advertencias contra el amor al dinero
Pablo advierte que los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañinas que hunden a los hombres en destrucción y perdición. Afirma que el amor al dinero es la raíz de todos los males y que, codiciándolo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchos sufrimientos.
El problema no es el dinero en sí, sino el amor al dinero y el deseo desmedido de obtenerlo. Este amor conduce a un abismo sin fin, alejándonos del Señor y de todo lo que es valioso. Nos roba la gratitud, el gozo y nos impide estar contentos con lo que tenemos.
Es una advertencia oportuna para todos nosotros. En una sociedad que normaliza la búsqueda desmedida de riquezas, debemos estar alertas para no caer en la trampa de la avaricia. El dinero puede convertirse en un ídolo que nos aleja de Dios y nos conduce a la perdición.
Conclusión
El amor al dinero pervierte la doctrina, pero el contentamiento la afirma. Amar el dinero nos desvía y nos aleja de la fe, mientras que el contentamiento refleja que hemos entendido el evangelio de Jesucristo y que está teniendo un efecto real en nosotros.
Debemos aprender a vivir con contentamiento, agradecidos por lo que el Señor nos provee y confiando en que en Cristo lo tenemos todo. Así, evitaremos caer en las trampas de la avaricia y nos mantendremos firmes en la sana doctrina.
Si estás batallando con el amor al dinero, hoy es un buen día para arrepentirte. Mira al cielo y ve tu mayor problema resuelto en Cristo. Levanta tus manos y di: «¡Gracias, Señor, porque tú eres suficiente para mí!».
Que el Señor nos ayude a atesorar Su palabra y a vivir conforme a Su voluntad, contentos en Él y alejados de la avaricia que conduce a la perdición.
Amén.