Pelea la buena batalla (1 Timoteo 6:11-16)

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Algo que se ve con frecuencia entre las personas desempeñan un oficio al servicio de alguien es que tienden a ser más eficientes en la medida en que son más conscientes de la recompensa que recibirán; es por eso que empleados tienden a ser más eficientes cuando el que les paga está observando el trabajo que cuando son dejados a su cuenta.

Pero el reto en el liderazgo y los que servimos al Señor es que aunque lo hacemos dirigidos y guiados terrenalmente, lo cierto es que nuestro servicio es a un Dios que no vemos y eso puede ser una tentación pues al perder de vista el objeto de nuestro servicio entonces cualquier cosa puede tomar su lugar.

Ese era en parte el problema de los falsos maestros de Éfeso con los que Timoteo debía relacionarse. Ellos habían perdido de vista al Señor y habían puesto sus ojos en las riquezas temporales de este mundo lo que los había llevado a apartarse de la fe.

 Pero el apóstol Pablo no deja a Timoteo sin dirección; le proporciona una guía clara en 1 Timoteo 6:11-16 para que pueda mantenerse firme y cumplir su ministerio y para que no caiga en la tentación de que al estar sirviendo a un Dios que no ve, de repente sus pies se extraviaran.

Este pasaje subraya una verdad fundamental: el líder comprometido huye del mal, persigue el bien y se aferra a Dios, motivado por Su carácter y promesas. Este llamado, aunque dirigido a Timoteo, es aplicable a todos los creyentes que desean honrar a Dios en su caminar cristiano.

Huyendo del mal y persiguiendo el bien

En 1 Timoteo 6:11-12, Pablo llama a Timoteo «hombre de Dios», un título que enfatiza su alta vocación y responsabilidad como líder en la iglesia. Este título, usado también para figuras como Moisés y David, no solo es un recordatorio del llamado de Timoteo, sino también de su necesidad de vivir de acuerdo con esa identidad.

Pablo le exhorta: «Huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre.»Las «cosas» de las que debe huir incluyen el amor al dinero, la avaricia, las enseñanzas falsas y las controversias inútiles mencionadas previamente en los versículos 3 al 10. Huir implica una acción inmediata y constante, una decisión deliberada de apartarse de todo aquello que pueda corromper la fe y el ministerio.

Sin embargo, huir no es suficiente. Pablo insta a Timoteo a perseguir activamente el bien, enumerando virtudes que reflejan el carácter de Cristo:

  • Justicia: Vivir con integridad, conforme a los principios de Dios.
  • Piedad: Cultivar una devoción sincera hacia Dios.
  • Fe: Confiar plenamente en el Señor.
  • Amor: Demostrar un amor sacrificial hacia Dios y los demás.
  • Paciencia: Perseverar en medio de las pruebas.
  • Mansedumbre: Mostrar humildad y gentileza en todas las relaciones.

Estas virtudes no son opcionales para el creyente; son esenciales para una vida que glorifique a Dios. Al igual que Timoteo, nosotros también estamos llamados a abandonar lo que nos aparta de Dios y a buscar activamente aquello que refleja Su carácter en nuestras vidas.

Pablo continúa con una poderosa exhortación: «Pelea la buena batalla de la fe.» Esta metáfora, tomada del ámbito militar y deportivo, resalta la naturaleza constante y ardua de la vida cristiana. La «buena batalla» no es una lucha sin sentido, sino un compromiso noble por mantener la verdad del evangelio y vivir conforme a ella.

Aferrarse a la vida eterna, como menciona Pablo, implica no solo esperar la gloria futura, sino vivir hoy con la perspectiva de esa esperanza. Es recordar que nuestra fe no solo transforma nuestro destino, sino también nuestra manera de vivir en el presente.

Guardando el mandamiento motivado por Dios

En los versículos 13 y 14, Pablo subraya la solemnidad de su exhortación al invocar la presencia de Dios y de Jesucristo: «Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato.»

Este recordatorio enfatiza que el ministerio de Timoteo, al igual que nuestra vida cristiana, se desarrolla bajo la mirada constante de Dios. La frase «Dios, que da vida a todas las cosas» resalta Su soberanía como Creador y Sustentador, mientras que el ejemplo de Jesucristo destaca Su fidelidad incluso en medio de la adversidad. Así como Cristo dio testimonio ante Pilato, Timoteo debía mantenerse fiel en su llamado.

El «mandamiento» que Pablo le encomienda guardar sin mácula ni reprensión abarca toda la enseñanza y responsabilidad ministerial que Timoteo había recibido. Este llamado a la pureza y fidelidad es una exhortación a cumplir el ministerio con excelencia, siempre en preparación para la «aparición de nuestro Señor Jesucristo».

Para nosotros, este mandato nos recuerda que nuestra vida y servicio deben estar libres de reproche, reflejando la santidad de Dios en todo lo que hacemos. Vivir conscientes de Su presencia nos motiva a ser fieles en nuestras responsabilidades, sabiendo que un día estaremos ante Su trono.

Adorando al Único Dios Soberano

Pablo cierra esta sección con una exaltación de la grandeza de Dios: «El bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible.»

Esta doxología no solo es un acto de adoración, sino también una fuente de ánimo para Timoteo. Al contemplar la majestad y soberanía de Dios, Timoteo puede encontrar fortaleza para enfrentar sus desafíos. Servir a un Dios tan glorioso y eterno da perspectiva y propósito a nuestras luchas y esfuerzos.

Pablo describe a Dios como:

  • El bienaventurado y único Soberano: El único que posee el poder absoluto y la verdadera felicidad.
  • Rey de reyes y Señor de señores: Su autoridad trasciende cualquier poder terrenal.
  • El único que tiene inmortalidad: Dios es eterno y no sujeto a la muerte.
  • El que habita en luz inaccesible: Su gloria y santidad son incomparables.

Esta visión de Dios no solo exalta Su grandeza, sino que nos recuerda que el Dios que servimos es digno de toda nuestra confianza, obediencia y adoración. En medio de nuestras pruebas, contemplar la gloria de Dios nos ayuda a mantenernos firmes, sabiendo que servimos al único Rey verdadero.

El mensaje de Pablo a Timoteo tiene implicaciones prácticas para nosotros hoy. Aquí hay tres lecciones clave que podemos aplicar:

  1. Huye del mal y persigue el bien: Examina tu vida y identifica las áreas donde necesitas apartarte del pecado o las influencias negativas. Busca cultivar virtudes como la justicia, el amor y la paciencia en tu relación con Dios y con los demás.
  2. Vive consciente de la presencia de Dios: Recuerda que todo lo que haces ocurre bajo la mirada de Dios. Deja que Su carácter y Su fidelidad te motiven a ser fiel en tus responsabilidades y en tu vida cristiana.
  3. Adora al único Dios soberano: Dedica tiempo a meditar en la grandeza de Dios. Permite que la adoración fortalezca tu fe y te anime a enfrentar los desafíos con confianza y esperanza.

El apóstol Pablo nos recuerda que la vida cristiana es una lucha constante, pero también una llamada noble y digna. Al igual que Timoteo, estamos llamados a huir del mal, perseguir el bien y aferrarnos a Dios, motivados por Su carácter y promesas.

Que podamos vivir conscientes de Su presencia, guardando Su mandamiento con fidelidad y adorándole como el único Dios soberano. Al hacerlo, pelearemos la buena batalla de la fe, honrando a Aquel que nos ha llamado a Su gloria eterna.

Amén.

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