El Antiguo Testamento como testigo del evangelio – Parte 1

Nuestro padre Abraham, tiene muchos, muchos hijos
Uno de ellos soy, igual que tú, doy gracias al Señor

Todavía recuerdo cuando escuché ese canto infantil por primera vez y una de las preguntas que rondaba mi mente para entonces era ¿qué significa que soy hijo de Abraham? Es más, ¿cómo es que llegué a convertirme en hijo de Abraham?

Con el tiempo pude entender que ese cántico estaba cargado de una profunda verdad teológica, un tremendo aliento para el alma, uno que lamentablemente no entendía en ese momento. Hoy nos vamos a concentrar en desentrañar la verdad detrás de la idea del “padre Abraham”; pero esta vez a la luz de las palabras del apóstol Pablo a los hermanos de Galacia.

Como hemos visto en el transcurso de esta carta, Pablo ha estado escribiendo a una iglesia que estaba siendo atacada por falsos maestros que estaban enseñando que no era suficiente creer en Cristo para ser salvos, sino que además necesitaban guardar las leyes judías, entre ellas la circuncisión, pues según ellos esa era la forma de pertenecer al Pueblo de Dios; sin embargo, el Apóstol ha estado mostrando que el evangelio enseñado por él es auténtico (Cap. 1-2). Y ahora, a partir del capítulo 3 ha estado mostrando que hay pruebas suficientes para creer que la salvación solo viene por la fe y no por guardar las obras de la ley.

El primer argumento esbozado por Pablo fue el de la experiencia de conversión de los gálatas y cómo recibieron el Espíritu por medio de la fe y creer en nada más que el evangelio; pero ahora Pablo continúa con su argumentación, esta vez apelando al testimonio del Antiguo Testamento, más específicamente a la vida de Abraham como un ejemplo de que el hombre es justificado o aceptado delante de Dios por medio de la fe y no por medio de las obras de la ley.

La lección que abordaremos hoy va desde el versículo 6-14; sin embargo, nos concentraremos solo en los versículos del 6-9.

La idea en toda esta sección es esta:

  • Dios justifica al hombre y lo recibe solo por la fe y no por las obras de la ley. La prueba de eso es que el mismo Abraham fue bendecido y aceptado por creer y no por guardar la ley la cual no existía cuando fue llamado por el Señor. (6-9)
  • Por otro lado, y contrario a lo que produce la fe, el confiar en las obras de la ley conduce a una maldición porque el Antiguo Testamento enseña que quien no guarde toda la ley será maldito. (10-12)
  • Sin embargo, Dios en este tiempo ha provisto la forma para que por medio de creer en Cristo, el cual se hizo maldito por nosotros, ahora podamos ser bendecidos y ser aceptados de la misma manera que Abraham lo fue. (13-14)

Ahora bien, soy consciente de que esto es bastante contenido y aunque mi intención era abordar la sección completa, pienso que será más útil si podemos abordarla de manera gradual, así que solo nos ocuparemos de los versículos 6-9 en la primera parte de este gran argumento:

La justificación o el ser aceptados por Dios, viene por creer con fe y el Antiguo Testamento da testimonio de eso al mostrar que Abraham creyó y le fue contado por justicia, de modo que todos los que creen de la misma manera que Abraham, son justificados, bendecidos y miembros por tanto del pueblo de Dios.

Así que veremos nuestro texto a la luz de dos puntos hoy:

  1. La fe y no las obras son las que nos hacen miembros del pueblo de Dios
  2. La fe y no las obras son las que nos hacen benditos en Dios

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