El evangelio de la libertad

Cuándo Julio César cruzó el canal de la Mancha y desembarcó con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, [en el año 54 A.C.] ¿Qué hizo para asegurar el éxito de las armas? Una cosa muy inteligente; pidió a sus soldados detenerse sobre los peñascos de Dover y ordenó mirar hacia abajo: Sobre las olas a 70 m de profundidad, rojas llamas de fuego consumían los barcos en que habían venido; estando ya en territorio enemigo, roto el único vínculo por el continente, quemando el único medio para retroceder, sólo podían hacer una cosa: avanzar y conquistar. Eso precisamente es lo que hicieron.[1]

Esta estrategia habría sido usada por otros hombres de guerra tiempo después; la frase “quemar las naves” proviene de ahí. No queremos tener opción de regresar porque la única opción es avanzar.

Llegados a este punto en la carta el apóstol Pablo resume uno de los grandes temas de la carta: El creyente que está en Cristo no es esclavo de nada, ha sido libertado para vivir en libertad.  Esto es algo que se ha probado a lo largo de la carta. Como bien sabemos, los capítulos 1 y 2 son el testimonio de Pablo como un apóstol fiel del evangelio; los capítulos 3 y 4 son los argumentos a favor del hecho de que nadie puede salvarse guardando las obras de la ley porque dicha salvación solo es por la promesa hecha a Abraham, la cual es Cristo; a propósito de eso, Pablo cierra el capítulo con la idea que vimos en el texto anterior, una alegoría en la que ilustra que los que viven de acuerdo a la ley de Moisés son esclavos, pero los que viven de acuerdo a Cristo son libres.

Lo que hace ahora el apóstol es describir en qué consiste dicha libertad y cómo debe vivir una persona que es libre.

Aunque pudiéramos dedicar un sermón completo al versículo 1, lo veremos como un pasaje clave, una bisagra que une las dos grandes secciones del libro: los creyentes que están en Cristo son libres, y que los que son libres deben vivir de acuerdo con dicha libertad.

Por hoy nos ocuparemos de la advertencia enérgica de Pablo de que debido a que ya somos libres en Cristo Jesús, no debemos volver otra a vez al yugo de esclavitud y, por el contrario, debemos caminar hacia delante, hacia la esperanza de una recompensa segura en Cristo Jesús. El Señor Jesús nos ha dado libertad y debemos “quemar los barcos” para que volver a una vida de esclavitud nunca sea una opción para nosotros. Es este el argumento que desarrollaremos hoy y lo que veremos a la luz de los siguientes puntos:

  1. El hecho presente: somos libres (1)
  2. El peligro del pasado: no volver a esclavizarnos (2-4)
  3. La esperanza del futuro: En Cristo estamos seguros (5-6)

[1] Citado textualmente del libro “Cómo hablar bien en público e influenciar en los hombres de negocio”; Dale Carnegie; Editorial Skla 2020; pg 21

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