Uno de los mayores desafíos que encontramos a la hora de leer las Escrituras, es poder conectar las historias a una sola trama. De antemano, el encontrarnos con dos Testamentos (pactos), parece sugerir la idea de que por lo menos tenemos la biblia en dos partes o que nos fue dada en dos entregas. Esta forma de acercarse a la Biblia puede no traer mayores problemas si se trata de encontrar lo que Dios tiene para decirnos como su pueblo, pero sin duda es un aspecto crítico a la hora de interpretar y entender correctamente el plan de salvación y la forma en la que Dios se ha dado a conocer.
Lo que abordaremos hoy es un nuevo argumento de Pablo para probar desde las Escrituras que todo lo que los de Galacia habían obtenido era por fe y no por las obras: El Espíritu santo, el hecho de pertenecer al pueblo de Dios, la bendición de Abraham. Sin embargo, en la medida en que el Apóstol avanza en su argumentación, también va profundizando en los aspectos teológicos que involucran el evangelio.
Notemos que él comenzó con los testimonios de su propia conversión, luego lo relacionado con la circuncisión; pero ahora, y hasta el capítulo 4, el apóstol va a adentrarse a un argumento más anclado a la forma en la que los de Galacia estaban malinterpretando, o en este caso, leyendo mal las Escrituras.
Parece que uno de los argumentos de estos falsos maestros era que el pacto de Dios, por medio del cual los hombres son aceptados ante él, estaba basado en la ley de Moisés. Es decir, si alguien quería entrar en una relación con Dios, debía guardar todas las condiciones de ese pacto. Así que Pablo argumenta que en realidad el pacto por medio del cual el Señor traería bendición a su pueblo había sido establecido desde Abraham, mucho antes de Moisés y estaba caracterizado por la fe y no por obedecer un sistema de leyes y ese pacto estaba todavía vigente en Cristo, la ley no pudo invalidarlo.
Así que vamos a abordar nuestro pasaje en la mañana de hoy a la luz de los siguientes puntos:
- La naturaleza del pacto de Abraham: la fe (15-16)
- La naturaleza del pacto de la ley: la obediencia (17-18)