Ciertamente yo sé que es así; ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?
Esta pregunta se encuentra en el libro de Job y refleja la impotencia de un hombre que conocía su condición y también la grandeza del Señor al mismo tiempo que la realidad de que un día tendría que presentarse delante de él. Esta pregunta ha traspasado los siglos y sigue siendo la misma, con la única diferencia que hoy tenemos algo de esperanza. Una que descansa en la Persona y obra de Cristo.
Al acto de ser declarado justo ante Dios se le conoce como justificación y es de lo que hablaremos en el día de hoy. Al respecto de eso, el catecismo menor de Westminster (un documento que ha sido usado por siglos para enseñar las doctrinas básicas de la Biblia de manera por medio de preguntas) dice lo siguiente:
R. La justificación es un acto de la libre gracia de Dios, mediante la cual perdona todos nuestros pecados, y nos acepta como justos ante sus ojos, solamente en virtud de la justicia de Cristo que nos es imputada, y que recibimos solamente por fe.
Así que hoy vamos a abordar uno de los pasajes más importantes de esta carta y posiblemente de toda la Escritura en el que desarrollaremos este concepto como el argumento principal. Es posible que para algunos esta sea la primera vez que se encuentran con esta idea, de hecho, soy consciente, con tristeza, que este no es un tema común, que no es algo de lo que se hable desde muchos púlpitos, simplemente porque se da por sentado; pero la esencia de la fe cristiana está aquí. El gran fundamento de la salvación está contenido en estas líneas.
Después de reprender a Pedro por la actitud de separarse de los hermanos gentiles queda la pregunta ¿qué es tan malo como para que Pablo reaccionara así con una de los apóstoles? ¿Cómo amenazaba esto el evangelio? Aunque ya hemos abordado esto de antemano, veremos cómo Pablo ahora a manera de reflexión enfatiza el punto principal de la carta. La actitud de Pedro era más que una mala acción moral, se trataba de sugerir que el ser judíos tenían una especie de justicia superior, diferente a la de los gentiles y eso, por supuesto, es un error grave puesto que todos, tanto judíos como no judíos somos pecadores y somos salvos solo por medio de la fe en Cristo y no por alguna obra externa.
Este pasaje funciona también como bisagra para la segunda sección del libro. Hasta ahora hemos visto a Pablo defendiendo el hecho de que su Evangelio no ha venido de los hombres sino del Señor, pero a partir de este momento él va a presentar la idea de que el evangelio que estaban enseñando los falsos maestros en Galacia y que los hermanos estaban recibiendo era equivocado y va a explicar las razones, básicamente porque enseñaba una forma alternativa de justificarse delante de Dios, por medio de las obras de la ley y no por medio de la fe.
Así qué, el punto central de nuestro texto es este:
La justificación no viene por medio de guardar las normas de la ley judía, sino solamente por la fe en Cristo y aquellos que intentan justificarse por medio de las obras invalidan la obra de Cristo.
Esta importante idea Pablo la desarrolla en tres bloques:
- Tanto judíos como gentiles necesitan a Cristo para ser justificándose porque las obras no pueden salvar. (15-16)
- Si somos justificados por la fe en Cristo solamente no podemos sugerir que las obras también nos salvan. Eso es una contradicción. (17-18)
- Ser justificado no significa que vivimos en contra de la ley de Dios y que no obramos el bien, sino por el contrario, la justicia de Cristo nos capacita de modo que vivamos una vida que le agrade. (19-21)
Hoy solo nos concertaremos en el primer segmento. Los versículos 15 al 16 y lo veremos a la luz de los siguientes encabezados:
- Todos somos pecadores y solo Cristo puede justificarnos
- La justificación es por medio de la fe en Cristo
- Las obras de la ley no pueden justificar