De acuerdo con las leyes de nuestro país, una persona alcanza la mayoría de edad cuando cumple los 18 años, aunque desde los 14 ya se le considera responsable ante la ley. Algo así sucedía con los infantes en la antigua Roma. La etapa desde el nacimiento hasta los 7 años se le conocía como infantia. Durante esta edad eran atendidos por familiares o tutores. Los niños en esta condición eran considerados doli incapaz que es algo como “incapaz de intención criminal a los ojos de la ley”. Sin embargo, hasta las edades de 12 años para los niños y 14 para las niñas, estos eran considerados impúberes. A los 15 años se consideraba que un niño pasaba a la etapa adulta y solo entonces podía gozar de privilegios paternales (herencia o algún otro legado) y experimentaba la responsabilidad legal.
Todo esto para poder ambientar el contexto de lo que veremos en el día de hoy y que tiene relación con lo que Pablo habla a los gálatas en su carta. Recordemos que todos estos acontecimientos se desarrollan en el contexto cultural de esa Roma antigua por lo que esta música de fondo nos ayuda.
En el texto anterior, vimos como Pablo mostraba qué papel desempeñaba la ley para los creyentes y cómo si bien ella no podía salvarnos, si nos conducía a Cristo al revelar que somos pecadores, que no podemos cumplirla y que necesitamos un salvador. Pablo usó además una ilustración llamativa que es importante que traigamos a este sermón. Él se refirió a la ley del Antiguo Testamento como un ayo (un pedagogo, tutor o guía) que estuvo con nosotros hasta que vino Cristo. Lo que eso quiere decir es que todas esas leyes que encontramos en los primeros libros de la Biblia no eran otra cosa sino una forma “criarnos” a fin de que a su debido tiempo pudiéramos venir a Jesús.
Pues bien, el versículo 24 y 25 nos dan la transición: Nosotros estábamos bajo ayo, o el tutor de la ley, hasta que Cristo viniera, pero ahora que Cristo ha venido, ya no están bajo ayo ¿entonces, ¿cuál es la realidad? Bueno, ahora son Hijos por la fe en Cristo.
Es de eso de lo que hablaremos en la mañana de hoy, de esa nueva condición que se nos ha sido atribuida al estar unidos a Cristo. De lo que ahora somos. La idea de Pablo a los gálatas, siguiendo con la analogía, es esta: ustedes ya no son infantes o puertos, ustedes ya han alcanzado la edad suficiente para ser herederos del Padre. Ahora pueden disfrutar de los privilegios de un hijo. No que el haber estado bajo la tutoría y cuidado del pedagogo fuera una esclavitud, pero esa época ya se ha ido; ahora han sido entregados al Padre. Están unidos a su familia.
Aquí se introduce un nuevo tema en el proceso argumentativo de Pablo. Hasta ahora él estaba mostrando por qué no era correcto para un creyente vivir guardando la ley del Antiguo Testamento, pero ahora pasa a explicar el por qué, la razón es que si estamos en Cristo somos hijos de Dios y esa es una realidad gloriosa. Todo lo que veremos en adelante y en todo el capítulo 4 es la ampliación de esta realidad: si están en Cristo somos hijos verdaderos de Dios, herederos de Abraham. Es simple realmente.
Veremos, por tanto, esa realidad de la unión con Cristo y sus implicaciones a la luz de los siguientes puntos:
- El hecho: Estamos unidos a Cristo (25-57)
- Primera implicación: Somos uno en Cristo (28)
- Segunda implicación: Somos herederos en Cristo (29)