La autenticidad del evangelio

Si estás aquí y has estado en contacto con dinero físico muy seguramente te has encontrado con la situación en la que sospechas que estas recibiendo algún billete falso. Con el tiempo se aprenden ciertas técnicas de verificación de autenticidad, pero la mejor es tomar en tus manos uno que sabes que es real y comparar la textura, el color, las cintas y todos los elementos que puedas. La mejor manera de detectar un billete falso es compararlo con uno real.

Pero encontrar un billete falso puede que no tenga consecuencias mayores. Algunas personas los rompen y otras simplemente lo rechazan y no es algo sobre lo que haya mucha discusión; pero de lo que hablaremos hoy es del carácter auténtico del evangelio y esto no es algo tan trivial. La vida eterna depende de ello por lo que es importante que todo creyente tenga la certeza de que ha abrazado el mensaje correcto.

En esta sección de la carta a los Gálatas hemos visto como el apóstol Pablo ha estado siendo acusado por unos falsos maestros que enseñaban que el mensaje del evangelio que él predicaba era equivocado o que estaba incompleto. Ellos intentaron primero desacreditar a Pablo para luego poder enseñar otro evangelio, uno en el que se enseñaba la salvación por Cristo, pero añadiéndole las obras de la ley y más específicamente la circuncisión, una ritual judío que identificaba a los descendientes de Abraham, a los miembros del pueblo de Dios.

En ese ataque personal a Pablo, los falsos maestros sugerían que él no era integro y que enseñaba un mensaje incompleto, pero Pablo los refutó diciendo que si eso fuera cierto él no sería un siervo que ahora padece por causa de predicar el evangelio, él no predicaba para agradar a los hombres y eso era evidente en su ministerio. La otra acusación la vimos la semana pasada. Ellos sugerían que Pablo había recibido el mensaje de los hombres, que había sido enseñado por alguien y que a diferencia de los otros doce, que estuvieron con Cristo y lo escucharon directamente, su mensaje no era confiable. Pablo se defendió de esta acusación argumentando que: (1) Su cambio de vida solo pudo deberse a una obra de Dios; (2) que su experiencia de conversión no fue intelectual sino espiritual y (3) que el testimonio de otros creyentes que habían escuchado a los apóstoles certificaba que su mensaje era verdadero.

Aquí Pablo sigue argumentando con la misma intención de defender la integridad de su mensaje y también de su ministerio. La otra acusación que surgió de los falsos maestros contra Pablo era que en definitiva su mensaje era diferente al de los doce apóstoles. Al parecer los enemigos de Pablo se habían inventado la idea de que los doce que estaban en Jerusalén sí predicaban sobre la circuncisión y otras normas judías además de Cristo y que como Pablo no lo hacía entonces su evangelio era falso.

Así que Pablo se va a defender mostrando que un día, después de muchos años de estar predicando el evangelio (14 años para ser exactos) y sin haberse visto con los otros doce apóstoles, él viajó a donde ellos y lo hizo precisamente para comprobar y comparar su mensaje con el de ellos y la respuesta fue que ellos lo aprobaron, le dijeron que siguiere predicando lo que estaba predicando, que todo estaba correcto. Es decir, —y para continuar con la analogía— el billete que los enemigos de Pablo que estaban en Galacia acusaban de ser falso, fue puesto un día al lado del billete que se sabía que era auténtico y el veredicto fue que ambos billetes, el mensaje de los apóstoles y el mensaje de Pablo, eran auténticos.

Así que veremos nuestro texto en los siguientes puntos:

  1. El viaje para comprobar la autenticidad del evangelio de Pablo (1-2)
  2. La reunión para comprobar la autenticidad del evangelio de Pablo (3-6)
  3. El veredicto que confirmó la autenticidad del evangelio de Pablo (7-10)

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