Marcos nos introdujo al tema de la fe en el hijo de Dios por medio de cuatro impresionantes relatos en los que se mostraba no solo el poder de autoridad, sino cómo era digno de poner nuestra fe en él. Así es como sus discípulos perderían temor por confiar en él, un endemoniado libertado le serviría por la fe a él, una mujer encontraría reivindicación espiritual y sanidad por la fe en él y un principal de la sinagoga vería la resurrección de su hija por su fe en él.
El punto de Marcos es, la fe en el hijo de Dios no solo es necesaria, sino que es la puerta de entrada para ver su poder manifestado
Pero no siempre pasa de esa manera. De la misma forma en que algunas responden con fe y asombro por la autoridad del hijo de Dios, hay quienes responden con incredulidad y escepticismo y es de esto de lo que hablaremos el día de hoy.
Después de haber regresado de su paso por Galilea, Jesús volvió a su tierra, Nazareth, de donde había salido. Una de las ciudades que no gozaban de muy buena reputación para los días de Cristo; sin embargo, Jesús sintió una gran carga por su pueblo, así qué regresó allá con la misión de predicar y mostrar allí el poder del Reino, peor la respuesta no fue la que tu y yo esperaríamos.
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