¿Alguna vez le ha pasado que está buscando algo con desesperación y lo tiene justo en frente? A veces me ha pasado incluso cuando tengo las cosas en mi mano, es increíble. Eso sucede generalmente en situaciones de mucha tensión o alguna crisis de estrés.
De eso hablaremos hoy, pero no acerca de cualquier cosa que no puede verse, sino de quienes teniendo al Hijo de Dios frente a ellos, con todas las evidencias de su poder y su majestad, todavía no podían verlo con suficiente claridad.
En el sermón anterior vimos como el Hijo de Dios ha hecho su incursión en el mundo no solo para ser luz a los judíos, sino también a los gentiles, quienes eran mayormente el público a quien Marcos escribe su Evangelio.
Vimos incluso el tremendo contraste entre la fe de quienes nunca habían oído hablar del Mesías, el Hijo de Dios, una mujer sirofenicia, un hombre sordo e incluso una gran multitud que fue alimentada por Jesús, con los judíos, quienes se suponía que tenían todas las herramientas para poder identificar el momento en el que el Mesías, el Hijo de Dios apareciera; pero estos judíos todavía no podían verlo con suficiente claridad.
Veremos nuestro texto a la luz de tres puntos:
- La ceguera de los fariseos (11-13)
- La ceguera de los discípulos (14-21)
- Una ilustración sobre la necesidad de ver claramente al hijo de Dios (22-26)