Manos a la obra

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El catecismo de Heidelberg, uno documento escrito cerca de 1563 con el propósito de enseñar doctrina bíblica por medio de preguntas y respuestas, inicia con la siguiente pregunta:

¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?

R/ Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo. Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación. Por lo tanto, mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante.

Y la siguiente pregunta se relaciona directamente con la primera:

¿Cuántas cosas necesitas saber para qué, gozando de este consuelo, puedas vivir y morir felizmente?

R/: Tres: la primera, cuán grandes son mis pecados y mi miseria; la segunda, cómo puedo ser librado de todos mis pecados y de mi miseria; la tercera, cómo debo expresar mi gratitud a Dios por tal liberación.

Sin duda, si buscamos un buen resumen de lo que significa el verdadero sentido de la vida cristiana, aquí hay uno pertinente, profundo y bíblico. 

Nos acercamos al final de este maravilloso libro de éxodo y una de las cosas que hemos podido ver a lo largo de la narrativa es que el pueblo es un pueblo pescador y rebelde, que Dios es un Dios misericordioso que es lento para la ira y se relaciona con ellos, y que al conocer a ese Dios, no se espera otra cosa de ese pueblo, sino que viva y sirva al Señor.

Israel ha pasado de la risa al llanto y del llanto a la risa, como quien transita por una montaña rusa a gran velocidad. Lloraron en la esclavitud y rieron en la liberación, lloraron al adorar a un Dios falso y ver al Dios verdadero dar la espalda, pero ahora ríen al ver de nuevo a Dios entrando en una relación de pacto con ellos.

Los planes de construcción de la casa donde Dios iba a habitar con su pueblo se retoman, el bache parece superado y es momento de poner manos a la obra.

Es aquí donde estamos ahora. El pueblo perdonado que desea servir y habitar con el Señor.

Hoy abordaremos una porción amplia, pero trataremos de verla como una unidad que está comunicando un mensaje claro en relación con el contexto de todo el libro y este es justamente el argumento que quiero proponerles:

El pueblo con el que Dios entra en una relación de pacto, no solo es llamado a obedecer sino a servir con gratitud. 

  • El pueblo sirviendo con su tiempo (35:1-3)
  • El Pueblo sirviendo con sus recursos (35:4-9)
  • El pueblo sirviendo con sus talentos (35:10-19)

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