Nuevas nupcias

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La Real Academia de la Lengua Española define la palabra fiel como: adj. Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él.

Y debo decir que me gusta esta definición, pero con todo y eso, creo que, en lo relacionado con Dios y su fidelidad como atributo se queda corto, como es de esperarse. La fidelidad, entendida en términos simples es un compromiso unilateral y hasta cierto punto, condicionado. Es decir, una persona puede ser fiel a ciertos compromisos, pero si se encuentra en una relación, puede ser que si la contraparte de dicha relación rompe sus compromisos, entonces ya no está el agraviado en la obligación de permanecer fiel a los suyos, es así como se ve en la sociedad y por eso cuando hay una ruptura de un matrimonio porque una de las partes fue infiel, no se considera al afectado como infiel también si decide no continuar con la relación. Y aquí es donde está la diferencia con Dios como ser supremo.

Dios, en su naturaleza, tiene la facultad de permanecer fiel a su pacto y sus promesas, en razón de quien es Él e independientemente de la infidelidad de la contraparte con quien ha contraído la relación.

Es esto lo que hemos estado viendo de la relación de Dios con el pueblo de Israel; quien a pesar de ver la mano de Dios que los había sacado de Egipto para llevarlos a la tierra prometida, quienes aun contemplando la gloria de Dios en el monte Sinaí y después de haber entrado en una relación de pacto con Él, fueron infieles adorando un becerro de oro. Y aunque esto despertó el celo y la ira del Señor, fue necesaria la mediación de un hombre, de Moisés, para evitar que el pueblo fuera destruido. Con todo y eso, vemos que Dios decide no abandonar al pueblo, sino cumplir con su promesa; pero eso iba a requerir la firma de unos nuevos compromisos, una nueva ceremonia de pacto, unas nuevas nupcias, en el que quedaran una vez manifiestas las condiciones del pacto, el compromiso de Dios y el compromiso del pueblo.

Es decir, Dios decide, en su fidelidad, no castigar la desobediencia del pueblo en el desierto, llevarlos a la tierra y garantizar su presencia en medio de ellos, pero eso solo sería posible si estaba mediada una relación de pacto.

Es la única manera en la que Dios puede relacionarse con pueblo pecador y rebelde: por medio de una relación de pacto. Y aunque el pacto anterior había quedado roto, literalmente, en el momento en el que Moisés rompió las tablas, eso no impedía la realización de uno nuevo.

Y ese es justamente el argumento que quiero proponerle: Para que Dios habite con su pueblo se requiere la mediación de un pacto.

Veremos entonces el desarrollo de este argumento a la luz de los siguientes encabezados:
• El llamado a renovar el pacto (1-9)
• Las condiciones del pacto (10-28)
• La gloria del pacto (29-34)

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