Alguien dijo una vez a cerca de la epístola a los Gálatas, que si por alguna razón todo lo que conocemos de la Biblia desapareciera de nuestros registros y nuestras memorias, las cartas de Romanos y Gálatas serían suficientes para traer de vuelta todo lo necesario para nuestra salvación.
Esta carta ocupa un lugar especial en el corazón de esta iglesia local. Fue un estudio detenido y detallado de su contenido lo que hace años trajo convicción acerca de la necesidad de que el evangelio fuera central en nuestra teología, en la predicación, en nuestra comunión y en nuestro compromiso con la misión. Gálatas fue el vehículo que nos llevó del pesado yugo de un evangelio de obras, a una libertad modelada por la cruz y la gracia de Dios. Así que, personalmente estoy lleno de gratitud y sobrecogido de volver a esta importante porción de las Escrituras con algunos de los que estuvieron con nosotros entonces y otros que ahora el Señor ha añadido, pero que rogamos que el Señor pueda llevar al mismo entendimiento y devoción.
A lo largo de las siguientes semanas estaremos abordando cada uno de los temas, esperamos, en el tono y énfasis que su autor original quiso que tuvieran, Nosotros hoy con un privilegio mayor que su principal audiencia. Aunque ellos recibieron la carta para ser leída una vez y tal vez unas pocas veces más; nosotros hoy podemos sentarnos y desmenuzar cada frase de su contenido, de modo que podamos extraer de ella todo lo que el Señor tenga para decirnos acerca de nuestra común salvación.
En la mañana de hoy nos ocuparemos de los primeros cinco versículos de la carta los cuales constituyen el saludo introductorio del apóstol Pablo. Pero este no es cualquier saludo. Pudiéramos incluso afirmar que todo el bosquejo del contenido está contenido aquí y hay varios elementos que vamos a considerar con detenimiento.
Veremos entonces estos primeros versículos a la luz de los siguientes puntos:
- La autoridad del remitente
- La identidad de los destinatarios
- La trascendencia del saludo