Parábola de las diez vírgenes

El 13 de noviembre de 1985 a eso de las 4;00 de la tarde un gran estruendo se escuchó en un pueblo algodonero en la ladera del Volcán Nevado del Ruiz, una montaña de 5321 metros de altura, en el norte del departamento del Tolima, en Colombia. El río que bajaba de la montaña empezó a subir súbitamente su caudal, una nube de ceniza comenzó a caer sobre el pueblo y aunque las autoridades meses antes habían advertido aumento de la actividad volcánica y que se tomarán medidas, lo cierto es que nadie creyó. Algunos testigos dicen que la gente pensaba que era una broma, todo continuó normal más allá de una llovizna y unas cuantas piedras que caían. La gente se fue a dormir como todos los días, solo una pequeña estación de TV dejó de emitir señal como una forma de anunciar que algo extraño pasaba, que las cosas no estaban bien.

La avalancha había comenzó a las 9:00 de la noche, pero ya era tarde. Dos horas después, 90 millones de metros cúbicos se precipitaron de repente sobre la población de Armero borrándola, literalmente, del mapa. Se cree que de sus 50.000 habitantes, al menos 25.000 murieron sepultados por los más de 10 metros de lodo y ceniza que lo cubrieron por completo.

Esta es la historia de una de las tragedias más lamentables que ha sufrido nuestro país y tal vez el mundo. Pero una sola cosa resuena el cajón de la historia: “esta es la crónica de una tragedia que pudo haberse evitado si tan solo se hubiesen atendido las advertencias”.

Aunque autoridades ambientales, civiles y hasta lugareños habían hablado con seriedad sobre lo que podía suceder, sabían que era cuestión de tiempo, pero nadie sabía cuándo, hasta el día en que durmieron para no volver a despertar. La tragedia de Armero dejó una gran lección al mundo: ante un peligro inminente, no ignores el llamado a estar preparado.

Es de eso de lo que trata la parábola que hoy abordaremos. De la necesidad de estar preparados para lo que para nosotros es segurísimo: que el Señor volverá en las nubes en gloria, aunque no sabemos el día ni la hora.

El Señor señala esta enseñanza de manera directa y en varias parábolas, de hecho, en este mismo capítulo hoy por lo menos 3, pero quiero que nos concentremos en las más conocida de ellas.

Veremos así nuestro texto a la luz de los siguientes puntos:

  • La ocasión de la parábola
  • El contenido de la parábola
  • La enseñanza de la parábola

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