Alguna vez te has preguntado su fueras de repente trasladado a un lugar donde nadie te conoce, en una cultura completamente diferente, sin la posibilidad siquiera de reunirte con otros creyentes ¿seguirías siendo el mismo creyente que eres? ¿vivirías bajo los mismos estándares? Es a eso a lo que llamamos fidelidad, a la virtud y la decisión de agradar y servir a nuestro Dios incluso cuando las circunstancias cambien.
La biblia habla mucho de la fidelidad de Dios, pero hoy nos referiremos más específicamente a la fidelidad que él demanda de su pueblo.
La semana pasada estuvimos viendo en los primeros capítulos de este emocionante libro, la manera en que Dios usó su disciplina para trabajar en su pueblo en tres sentidos: su identidad religiosa fue desfigurada, su identidad cultural trastornada y su identidad personal fue desafiada. Muchos de los hombres y mujeres que fueron deportados cedieron fácilmente ante estas presiones, después de todo, no venían de el pueblo más fiel que digamos; pero el libro de Daniel destaca la vida de cuatro muchachos que se mantuvieron firmes al señor, convencidos que era mejor agradarlo a él antes que a los hombres.
Nos concentraremos en ver la forma en que ellos desarrollaron y manifestaron esta fidelidad en un medio tan hostil y lo haremos a la luz de 3 puntos:
- La fidelidad a Dios es resolutiva (v8)
- La fidelidad a Dios no es conflictiva (9-16)
- La fidelidad a Dios es retribuida (17-21)