Un caso juzgado en el desierto

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La historia de la humanidad está llena de juicio o litigios que se han convertido en hitos o eventos determinantes para el transcurso de la historia. Desde el juicio de Sócrates en Atenas, pasando por el juicio contra Galileo Galilei hasta el juicio de Nuremberg, el juicio contra los líderes del nazismo donde se establecieron las bases legales para condenar los crímenes de guerra y contra la humanidad. 

Estos juicios han tenido relevancia por su impacto global y porque sirvieron como un precedente para el futuro, pero uno de los juicios más dramáticos que pudiéramos encontrar en esta lista, es el del Rey Carlos I de Inglaterra. El juicio comenzó el 20 de enero de 1649 y se llevó a cabo en el Palacio de Westminster en Londres. Carlos I fue acusado de haber intentado ejercer un gobierno autocrático, violar las leyes fundamentales del país y desatar una guerra civil contra su propio pueblo. El rey se negó a reconocer la autoridad del tribunal y se negó a responder a los cargos, considerando que el tribunal carecía de legitimidad para juzgar a un monarca divinamente designado; según él, solo Dios podía juzgar a un rey. El rey fue sentenciado a ser decapitado, lo cual se llevó a cabo 10 días después, marcando el inicio de una nueva era para la monarquía y para las formas de gobierno en el mundo. 

Pero lo que veremos hoy, es un juicio todavía mucho más singular, uno que se da en el marco de un desierto, un pueblo rebelde y un rey misericordioso y bueno, pero como quiera, un juicio que cambiaría el curso del pueblo de Israel y también de la humanidad. 

Contexto:
En este capítulo 17 el pueblo vuelve a ser puesto a prueba, pero la respuesta de Dios tiene ahora unos elementos que no habíamos visto hasta ahora y a diferencia de los dos eventos anteriores en los que el pueblo también murmuró, ahora Dios interviene de una manera más directa y la razón es que la queja había escalado y se había convertido en una acusación seria contra Moisés e indirectamente contra Dios, tanto que llegaron al punto de dictar una sentencia: ¡Lapidación!

Son estos elementos los que nos dejan ver que este nuevo episodio, más que seguir el patrón de queja, milagro y mandamientos, se parece más a un tribunal improvisado en el desierto en el que Dios convoca al pueblo a juzgar una causa. Pues su queja ya era una acusación y su descontento pasó a ser una iniciativa de atentar contra Moisés.

Y ese es el punto que quiero proponerles en este sermón:

Dios es un Dios bueno, pero él también es Santo y debe juzgar la desobediencia, pero en dicho juicio Él muestra su justicia y su misericordia.

Y vamos a desarrollarlo a la luz de los siguientes tres puntos:

  1. Los cargos (1-4)
  2. El juicio (5-6)
  3. La resolución (7)

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