Tenemos por estos días en nuestro país la visita del máximo jerarca de la iglesia católica, el papa Francisco.
¿Cuál debe ser la actitud del pueblo cristiano ante este acontecimiento? La iglesia se encuentra dividida entre quienes apoyan el movimiento ecuménico al que ya muchos cristianos nominales se han unido: pastores, cantantes y otros representantes; y los que consideran que como cristianos no debemos apoyar ni participar de ningún tipo de unión con la iglesia católica.
Para llegar a una respuesta centrada en Dios y no en opiniones personales, debemos partir de dos premisas encontradas en las escrituras.
Premisa 1:
La iglesia ha sido constituida por el Señor Jesucristo con el doble propósito de llevar el evangelio a los perdidos (Mt 28:18-20) y edificar a los santos para llevarlos a la madurez (Col. 1:28) y que de esa forma al final Dios sea glorificado por los hombres.
Premisa 2:
Para el cumplimiento de estos propósitos el Señor ha equipado a la iglesia con la herramienta de la Palabra de Dios que es suficiente para la salvación y santificación del hombre.
El Señor Jesús dijo a los judíos “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). En la parábola del sembrador Jesús explicó a los discípulos que la semilla que puede producir vida en quienes la oyen y la reciben, es la palabra de Dios (Mr. 4:14, 20).
Por eso mismo, cuando a los apóstoles les fue delegada por el Señor la misión de hacer discípulos, se les especificó el modo de cumplir esta labor “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:20).
Así mismo Santiago lo describe en su salvación “nos hizo nacer por la palabra de verdad” (St. 1:18), igual que lo testificó Pedro “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” (1 Pe. 1:23). La palabra de Dios, además de ser indispensable para la salvación del hombre, también es necesaria para su santificación. El Señor Jesús oró al Padre pidiendo que santificara a la iglesia por medio de la verdad de Su palabra (Jn. 17:17),
Este doble efecto de las escrituras es declarado por Pablo a Timoteo cuando le recuerda “que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras” enfatizándole su efecto “las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” Y añade que ésta es también la herramienta que debe usar en el ministerio, ya que tiene el poder de perfeccionar a los santos porque es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. (2 Ti. 3:15-17)
Si juntos compartimos estas dos premisas, también podemos afirmar que el lugar que se le da a la Palabra de Dios en una iglesia, de cualquier denominación, determina su fidelidad a Dios y debe ser un criterio importante para decidir si ésta es o no una iglesia con la que deberíamos asociarnos en el ministerio o si por el contrario deberíamos distanciarnos de ella; y de igual forma debemos hacerlo con la iglesia Católica Romana.
Entonces ahora la pregunta a resolver es: ¿Reconocen católicos y evangélicos la misma autoridad de las escrituras?
Para empezar, veamos el entendimiento de ambos lados:
¿Qué creen los evangélicos respecto a la autoridad de las escrituras?
Los protestantes consideramos a las escrituras como autoritativas en todos los asuntos de fe y práctica. El teólogo Americano Charles Hodge afirmó en su obra Outlines of Theology (Bosquejos de teología) en 1860 lo siguiente: “Las escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, habiendo sido dadas por inspiración de Dios son la única norma auto-suficiente de fe y práctica, y juez de las controversias”.
Incluso desde 1647, el Catecismo menor de Westminster hizo una afirmación complementaria: “El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre, o está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia y, a esta revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres”.
Aún desde el siglo XVI Martín Lutero afirmó sin temor que “La palabra de Dios debe establecer los artículos de fe, y nadie más, ni siquiera un ángel”; afirmación que fue validada por el concilio de Trento que estableció que ninguna tradición puede situarse sobre la escritura. De allí que los reformadores afirmaran el concepto de sola scriptura. La escritura como juez, regla y norma de la fe; La Iglesia no está por encima de la escritura.
¿Qué enseña la Iglesia Católica Romana respecto a la autoridad de las escrituras?
Al interior de la iglesia cristiana protestante se ha afirmado que los Católicos no otorgan la autoridad que las escrituras merecen y la equiparan con otras fuentes como lo es la tradición y las palabras del Papa; sin embargo y para ser objetivo, me voy a permitir citar algunos textos extraídos de los documentos públicos que encontramos disponibles en la web del Vaticano.
Las escrituras no son estimadas como la única fuente de revelación:
“La Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado.” (Catecismos de la iglesia catolica 82).
La sagrada tradición y el magisterio de la Iglesia son consideradas otras fuentes de revelación que se encuentran al mismo nivel actuando juntos para la salvación del hombre:
“La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro”. (Concilio vaticano segundo, 12)
Respecto a la interpretación de las escrituras afirman:
“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino”. (Constitución dogmática de la Iglesia, 10)
Una evaluación de lo anterior, lleva a concluir fácilmente que aunque ambos grupos reconocemos como autoridad a las Escrituras, la iglesia Católica al agregar otras fuentes, quita el lugar dado por Dios a Su palabra como el único medio por el que Él habla en estos tiempos.
Una estudiante universitaria cuenta que en una ocasión fue abordada por un sacerdote católico para ofrecerle el sacramento de la confesión, ella convencida por las escrituras que esta no es una ordenanza requerida por Dios, preguntó al clérigo:
— ¿Dónde dice en la Biblia que un sacerdote tiene autoridad para perdonar los pecados de los hombres? A lo que éste respondió que la confesión era parte de la tradición de la iglesia.
[Tweet «Cuando el hombre se considera juez de lo divino, termina ponderándose el criterio humano sobre el celestial»].
Esta historia, como muchas otras evidencia que en asuntos de fe y práctica la iglesia católica romana tiene como autoridad la tradición y las enseñanzas del Papa. Por el contrario, aunque los evangélicos podemos tener algunas diferencias dogmáticas, sabemos que solo en las escrituras encontramos la revelación suficiente de Dios para que el hombre pueda conocerle y vivir una vida agradable a Él.
Los Católicos Romanos afirman que la autoridad del magisterio es inferior a la de las Escrituras; sin embargo, en la práctica no ocurre de esta manera, porque el criterio final termina siendo dado por el hombre, quien se constituye a sí mismo juez de la palabra de Dios.
Conceder autoridad o valor a otra revelación es menospreciar y pervertir la revelación dada por Dios, terminando en la enseñanza de un evangelio diferente. Recordemos las palabras de Pablo: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Ga. 1:8-9).
¿No es acaso, el evangelio enseñado por la iglesia Católica Romana otro evangelio? No nos dejemos persuadir por un hombre con una sonrisa carismática, que atrae multitudes con un mensaje conciliador, pero que a la luz de las escrituras es un falso maestro cuyo mensaje lleva a la perdición.
La Iglesia es columna y baluarte de la verdad (1 Ti. 3:15) y por ello, es nuestra responsabilidad mantenernos firmes sosteniendo ante el mundo que solo la palabra de Dios tiene autoridad, ella es el único medio por el cual Dios se revela al hombre y aparte de las escrituras el Espíritu Santo no obra salvación ni santificación.
Todos aquellos que servimos a Dios en el liderazgo espiritual debemos recordar las palabras de Pablo a Timoteo:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad (2 Ti.2:15).
Seamos fieles a la palabra del Señor y no nos unamos a celebrar la visita del representante de una iglesia que menosprecia la Palabra de Dios y así no tendremos de qué avergonzarnos ante aquel que nos tomó por soldados (2 Ti. 2:4)
Unas palabras finales
Finalmente, mi llamado es a aprovechar este evento y otras oportunidades que tengamos para presentar amorosamente el evangelio de salvación por gracia a millones de católicos que en nuestro país creen un evangelio de obras, fruto de la tradición de la Iglesia Católica Romana. Es necesario que hombres y mujeres fieles a la verdad nos levantemos valientemente y les prediquemos el evangelio verdadero.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!… Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Ro. 10:14-15, 17).