¿Cuál es el sentido de la vida? Desde Albert Camus hasta El Predicador

imagen de sísifo, personaje de la mitogía representando el sentido de la vida.

¿Alguna vez te has preguntado qué sentido tiene vivir? ¿Te ha abrumado alguna vez el ciclo sin fin de levantarse, comer, hacer, dormir y volver a empezar?

Bueno, ese es el padre de los dilemas existenciales y muchas de las escuelas de pensamiento filosóficas comenzaron por sus intentos de responder a ese dilema.

En un ensayo sobre la felicidad y el absurdo, Albert Camus plantea por medio del mito de Sísifo, un hombre, según la mitología, condenado a subir una piedra enorme por una cuesta para verla rodar y luego comenzar de nuevo. Según Camus, esa es una representación del absurdo de la vida, de lo que termina y vuelve a comenzar.

Pues bien, sin el ánimo de simplista, el argumento de Camus se resume en que el absurdo de la vida no se puede negar, está ahí, es una realidad, pero el hombre no debe llegar a cometer suicidio físico o, por otro lado, suicidio filosófico.

Para el filósofo, buscar sentido en lo espiritual o en lo trascendente es una forma de evasión, un «consuelo fácil» que impide enfrentar el absurdo con honestidad. Como él mismo afirma: «El hábito de la esperanza es el peor de los hábitos.» La salida al dilema del absurdo es entonces, segun Camus, aprender a vivir con lo absurdo y ser feliz. Así de simple. De hecho, lo resume así: «hay que imaginarse a Sísifo feliz», eso, imaginarlo.

Es curioso, Camus llama «no cometer suicidio filosófico» y luego invita a «imaginar a Sísifo feliz», me imagino que esa imaginación es bastante existencial. (Redundancia intencional).

Hay otro camino, uno mejor y no por preferencia sino por método, el camino de El Predicador, el personaje que habla en el libro de Eclesiastés y que históricamente hemos asociado a Salomón.

El Predicador llegó a la misma conclusión que Camus, por supuesto mucho antes que él: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», la vida es como un humo, como la neblina, la vida debajo del sol, es la conclusión de El Predicador, es absurda; sin embargo, no todo está perdido.

A El Predicador no hay que imaginarlo feliz porque él persiguió con todas sus fuerzas la plenitud de la felicidad en las cosas de este mundo: el amor de las mujeres, la bebida, la riqueza, el poder, los amigos, todo.

El Predicador usó su propia vida como un laboratorio, se alejó de Dios para tener la libertad de experimentar y por medio del método científico, por ensayo y error, concluir que no, que no hay felicidad en la búsqueda insaciable de placer, que uno podrá «imaginarse» feliz, pero que el mismo ciclo absurdo de la vida te recuerda que no lo eres, porque hay una ambición que viene de adentro, un descontento radical que clama: una mujer más, un trago más, un millón más y así.

La gran conclusión de El Predicador después de que su experimento falló y el laboratorio le explotó en la cara fue esta: «aborrecí entonces la vida, pues todo cuanto se hace bajo el sol me resultaba repugnante. Realmente, todo es vanidad; ¡es correr tras el viento!»

¿Pero cuál fue su conclusión? Ya va, no desesperes…

A diferencia de Sísifo, a quien hay que imaginarlo feliz, El Predicador encontró el sentido de la vida en lo trascendente, él comprendió que hay una necesidad interna en el alma que no puede cerrar los ojos a lo eterno, él entendió que el mundo que existe no fue diseñado para que encontráramos sentido en él, sino en tener un propósito para vivir en él y que ese propósito tenía que estar más allá de la muerte porque, de lo contrario, vivir y morir sería un ciclo más; El Predicador entendió que debía haber algo al final de la vida que rompiera el ciclo y lo llevara a la plenitud, a un alma saciada y esto tenía que ser más que solo imaginación.

El Predicador dijo:

«El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto».

Ver la vida desde la perspectiva de Dios no es quitarle la cara al absurdo, de hecho, la fe no es necesariamente negar el absurdo de la vida, como lo hace El Predicador, lo que sí es seguro es que la experiencia dice, no la imaginación, que nadie puede alcanzar la plenitud en ese mundo absurdo a menos que viva en estado permanente de enajenación mental, porque hay un mal interno, radical, en el alma humana.

Encontrar sentido en Dios es perfectamente coherente con la realidad de que somos creados para la eternidad porque entendemos que si este mundo no provino de la nada, sino que tiene un diseñador trascendente, entonces también tiene un propósito trascendente asociado con su diseñador, este es el virtuoso hábito de la esperanza.

La salida al dilema filosófico del sentido de la vida entonces tiene tres puertas:

Una actitud positiva pero resignada frente al absurdo hasta morir. Una actitud desesperada de búsqueda en los placeres hasta morir.

Una esperanza alentadora en lo trascendente, esto es, en Dios, hasta vivir.

La fe no le lava la cara a lo absurdo de la vida, de hecho, lo reconoce, pero la salida no es la simpleza de una actitud positiva; es difícil imaginar a Sísifo feliz, la salida es una esperanza real, coherente con la eternidad que El Creador ha puesto en nuestros corazones.

Puedes ver lel sermón de Eclesiastés 1:1-2 Aquí

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Jacobis Aldana

Está casado con Keila y es padre de Santiago y Jacobo. Jacobis sirve en el ministerio pastoral desde 2010. Es licenciado en Teología del Seminario Teológico de Miami (MINTS) y actualmente candidato a Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary. Ha servido como director editorial en Soldados de Jesucristo y es miembro fundador de la Red de iglesias Bíblicas del Caribe Colombiano y también trabaja como maestro-directivo de la fundación de Estudios Bíblicos Alfa y Omega.