Por Jonathan Boyd
Un poco de conocimiento es peligroso. Cuando se trata de la teología, podrías pensar que al mirar el artículo de Wikipedia acerca del calvinismo y leerte la sección sobre “Los cinco puntos del calvinismo”, ya entiendes el asunto.
Pero la verdad histórica sobre este tema puede sorprender. Especialmente sobre el tercer punto que se conoce como la expiación limitada.
Para entender este asunto necesitamos un poco de contexto histórico.
Los cinco puntos surgieron en el Sínodo de Dort (1618-1619) como respuesta a los que seguían la teología de Jacobo Arminio. Los arminianos expusieron cinco puntos en contra de la teología reformada mayoritaria. Los cánones de Dort responden a estos cinco puntos con una explicación de las siguientes doctrinas: la depravación total, la elección incondicional, la expiación limitada, la gracia irresistible y la perseverancia de los santos.
¿Cómo sabes si afirmas la expiación limitada? Hace poco yo pensaba que una pregunta sencilla nos daba la respuesta: ¿Por quiénes murió Cristo? Según esta forma de pensar, si respondes “Por los elegidos” estás de acuerdo con la expiación limitada y si dices “Por todos” niegas dicha posición.
Vamos a las fuentes primarias para entender mejor si estas dos son las únicas respuestas posibles.
Nueva luz de las fuentes primarias
Dos personas me han ayudado a entender los debates históricos con respecto a este punto del calvinismo: Oliver Crisp, un profesor de teología sistemática de Fuller Theological Seminary, y Michael Lynch, un estudiante doctoral en Calvin Theological Seminary.
Empecemos con Lynch. Él ha escrito y ha presentado sobre el estado del debate sobre la expiación limitada en el siglo XVII. Resulta que la historiografía de nuestra época había ocultado algunas diferencias aceptables dentro de la posición reformada.
Cuando nos acercamos a los cánones de Dort, nos damos cuenta de algo muy importante. Los cánones enseñan claramente que Cristo murió para conseguir la salvación de los elegidos. Mira lo que dice el capítulo II, punto XIII:
Porque este fue el consejo absolutamente libre, la voluntad misericordiosa y el propósito de Dios Padre: que la virtud vivificadora y salvadora de la preciosa muerte de Su Hijo se extendiese a todos los predestinados para, únicamente a ellos, dotarlos de la fe justificante, y por esto mismo llevarlos infaliblemente a la salvación; es decir: Dios quiso que Cristo, por la sangre de Su cruz (con la que Él corroboró el Nuevo Pacto), salvase eficazmente, de entre todos los pueblos, tribus, linajes y lenguas, a todos aquellos, y únicamente a aquellos, que desde la eternidad fueron escogidos para salvación, y que le fueron dados por el Padre; los dotase de la fe, como asimismo de los otros dones salvadores del Espíritu Santo, que Él les adquirió por Su muerte; los limpiase por medio de Su sangre de todos sus pecados, tanto los originales o connaturales como los reales ya de antes ya de después de la fe; los guardase fielmente hasta el fin y, por último, los presentase gloriosos ante sí sin mancha ni arruga. (http://www.iglesiareformada.com/Canones_de_Dort.html)
Este punto explica pasajes como Ro 8:29-30 y Efe 5:25-27, en donde la Palabra de Dios afirma que el eterno propósito de la salvación de los elegidos se llevará a cabo.
Si paramos en este momento, parece que la única posibilidad teológica para afirmar la expiación limitada va de acuerdo con lo que leemos en Wikipedia:
En la cruz, entonces y, sin duda, todos aceptamos esto, Cristo soportó el castigo, y procuró la salvación. La pregunta ahora se levanta: ¿por quién soportó el castigo?, y ¿para quién procuró la salvación? Hay tres avenidas por las cuales se puede viajar respecto a esto:
- Cristo murió para salvar a todo hombre, sin distinción. 2. Cristo murió para salvar a nadie en particular. 3. Cristo murió para salvar a cierto número.
El primer punto de vista es el sostenido por “Universalistas” a saber: Cristo murió para salvar a todos los hombres, y así, muy lógicamente, asumen que todos los hombres serán salvos. Si Cristo ha pagado la deuda del pecado, ha salvado, rescatado, dado Su vida, por todos los hombres; entonces, todos los hombres serán salvos. El segundo punto de vista implica que Cristo procuró una salvación potencial para todos los hombres. Cristo murió en la cruz, pero aunque pagó la deuda de nuestros pecados, su obra en la cruz no es eficaz hasta que el hombre se “decida por” Cristo y, de ese modo, sea salvo.
El tercer punto de vista dice que Cristo murió positiva y efectivamente para salvar a cierto número de pecadores que merecían el infierno, en quienes el Padre había puesto su libre elegible amor. El Hijo paga la deuda por estos elegidos, hace satisfacción por ellos a la justicia del Padre, e imputa Su propia justicia a ellos, para que sean completos en Él.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Calvinismo#Expiaci.C3.B3n_limitada)
Esta forma de plantear la pregunta es muy común, y como ya hemos visto los cánones de Dort claramente afirman el tercer punto que “Cristo murió para salvar a cierto número de pecadores”, pero al mismo tiempo no niegan la posibilidad de hablar de una satisfacción por los pecados de todo el mundo. Esta posición se conoce como «el universalismo hipotético».
¿Cuál era el tema del debate?
Según Lynch, el debate entre la posición estricta (normalmente conocida a través de John Owen) y el universalismo hipotético se centraba en responder esta pregunta: ¿por los pecados de quiénes hizo satisfacción Cristo?
La posición estricta decía que por los pecados de los elegidos solamente, pero el universalismo hipotético, representado en Dort por John Davenant, decía que por los pecados de todos del mundo entero.
Cuando leemos los cánones de Dort, capítulo II, punto III, podemos entender por qué tanto la posición estricta como la del universalismo hipotético eran aceptadas como reformadas:
Esta muerte del Hijo de Dios es la ofrenda y la satisfacción única y perfecta por los pecados, y de una virtud y dignidad infinitas, y sobradamente suficiente como expiación de los pecados del mundo entero.
Según la posición estricta, la satisfacción de Cristo habría sido suficiente para pagar los pecados de todo el mundo si ese hubiera sido el propósito de Dios. Mientras que según el universalismo hipotético, la muerte de Cristo llevó a cabo dos propósitos: 1) Cristo hizo satisfacción con su muerte por todos los pecados del mundo entero y 2) consiguió la salvación de los elegidos. Se le llama “hipotético” a este universalismo porque la satisfacción es suficiente para todos con la condición de que se arrepientan y crean. En los términos famosos de Pedro Lombardo (siglo XII), el sacrificio de Cristo es suficiente para todos, pero eficiente solo para los elegidos.
Lynch menciona un beneficio del universalismo hipotético:
Creo que la fórmula [del universalismo hipotético] se apropia de la mejor forma como una hermenéutica para entender la Escritura correctamente. Todos admitimos que hay pasajes que parecen hablar de la muerte de Cristo en términos universales y algunos textos que parecen hablar de ella en términos de particularidad. La fórmula nos permite tratar los textos universales de una manera universal y los textos particulares de una manera particular.
(Traducción mía: ver el original en inglés en: http://www.reformation21.org/blog/2015/08/interview-on-the-atonement-and.php)
Algunos dirán, “si Cristo hizo satisfacción por todos, ¿cómo pueden ser castigados los pecados de los no elegidos en el infierno? ¿No es un pago doble por los mismos pecados?”
Entra Oliver Crisp. En su libro Deviant Calvinism: Broadening Reformed Reformed Theology [El calvinismo aberrante: ensanchando la teología reformada], Crisp dedica todo un capítulo a esta objeción.
Su argumento es complejo en algunas partes, pero resumo el punto que me parece más importante. Según Crisp podríamos pensar en la satisfacción de Cristo por lo pecados como una transacción pecuniaria, es decir, como una transacción financiera.
Pongamos un ejemplo. Digamos que yo tengo una deuda con Electricaribe de 20 millones de pesos. Digamos también que otra persona encuentra la factura en mi mesa y secretamente se la lleva al banco y cancela la deuda. En ese mismo momento, se me salda la deuda y Electricaribe no puede “hacerme más nada” (en términos costeños). Fue una transacción automática y no sería justo que me castigaran por esa deuda.
Ahora, la teología reformada ha rechazada esa posición con respecto a la satisfacción de Cristo porque nos llevaría a pensar que Dios nos justificó en la cruz y no en el tiempo. Bíblicamente los elegidos están bajo condenación hasta que ponen su fe en Cristo. Dios no nos quitó automáticamente la condenación en la cruz. Por esto debemos pensar en la satisfacción de Cristo por nuestros pecados como una transacción forense, es decir, requiere la acción del juez divino para aplicarla al pecador. Esa acción no se da automáticamente en el momento de la muerte de Cristo, sino que se aplica en la vida de la persona en el momento de creer en Cristo.
Para terminar este post largo, ofrezco una traducción de dos pasajes que Crisp cita de John Davenant:
Esta redención universal, satisfacción o expiación, llevada a cabo por la muerte de Cristo, trae nada más que una causa universal de salvación para ser confirmada y otorgada a la raza humana por la divina voluntad; el beneficio de la cual puede gozar cada individuo por medio de la fe que requiere el Evangelio. Entonces, llamamos a Cristo el Redentor del mundo y enseñamos que él hizo satisfacción por los pecados no de algunos, sino de todo el mundo, no porque dado el pago de este precio por los pecados de la raza humana todos los seres humanos individuamente sean inmediatamente liberados del cautiverio y la muerte, sino porque en virtud del pago de este precio, todos los hombres individualmente pueden y deben ser liberados de la muerte, y, de hecho, serán liberados según el significado del pacto evangélico, a saber, si se arrepienten y creen en este Redentor.
Después Crisp cita otro pasaje de Davenant para responder la objeción de que sería injusto que alguien pagara por sus pecados si Cristo ya había hecho satisfacción por ellos.
Esto sí sería muy injusto, si nosotros mismos le hubiéramos pagado este precio a Dios, o si nuestra Garantía, Jesucristo, le hubiera ofrecido a Dios su sangre como un precio de satisfacción para que todos los hombres sin ninguna otra condición sean absueltos inmediatamente por medio del sacrificio hecho por él; o, finalmente, si Dios mismo hubiera pactado con Cristo cuando moría que le diera fe a todo individuo, y todas las otras cosas con respecto a la aplicación infalible de este sacrificio que fue ofrecido por la raza humana. Pero dado el hecho de que Dios mismo de su propia voluntad proveyera que se le pagara este precio a sí mismo, estaba bajo su poder añadirle condiciones, que si se cumplen, esta muerte es beneficiosa para cualquier hombre, pero de lo contrario no le es beneficiosa a ninguno. Por lo tanto, no se les hace ninguna injusticia a las personas castigadas por Dios después de que Dios ha aceptado el rescate por los pecados de la raza humana porque ellas no le ofrecieron nada a Dios como satisfacción por sus pecados, ni llevaron a cabo esa condición, sin la cual Dios no designó que le fuera de beneficio a ningún individuo.
No debemos, entonces, negar que el sacrificio de Cristo hecho una vez sea una satisfacción perfecta por los pecados, no de algunos hombres solamente, sino de todos; sin embargo, él que murió por todos promete el perdón del pecado a través de su muerte y la salvación condicionalmente, y eso lo llevará a cabo solamente para los que crean.
(Deviant Calvinism, 231-232. Crisp cita estos pasajes de John Davenant, “A Dissertation on the Death of Christ” en An Exposition of the Exposition of the Epistle of St. Paul to the Colossians (London: Adams, 1832), 2:374-77.)
Retomemos la pregunta: ¿Por quiénes murió Cristo? Si afirmas el universalismo hipotético, puedes responder: “Por todos y por los elegidos”. Históricamente esta respuesta concuerda con los cánones de Dort y era aceptable dentro del marco de la fe reformada.