El llamado al ministerio es ciertamente un llamado honroso. Ser embajadores de Dios y guardadores de su rebaño es una labor noble; sin embargo, existen aflicciones propias del ministerio, pues además de las fuertes demandas morales y tener que luchar con las aflicciones propias de la carne, como ministros, en ocasiones debemos lidiar con la crítica y ataques de todo tipo los cuales, con frecuencia, vienen a nuestra familia.
Sin duda, el gobernar correctamente nuestra casa y honrar el buen nombre del Señor es una de las cargas más significativas. Poder cuidar de nuestra esposa y sobre todo, velar por el testimonio de nuestros hijos, no solo es una gran responsabilidad de nuestra parte, sino un requisito indispensable para calificar en el ministerio.
El debate al respecto de los requisitos familiares para el pastor ha sido ampliamente discutido. Buenos hombres de Dios sostienen, por un lado, la idea de que, en el caso particular, los hijos de los pastores deben necesariamente ser convertidos o creyentes. Mientras que otros buenos estudiosos, sostienen que la demanda es mantenerlos fieles y sujetos.
Esta diferencia surge a la luz de la lista de requisitos mencionados por Pablo, a Timoteo y a Tito en sus cartas pastorales:
Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (1 Tim 3:5)
El que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. (Tit 1:6)
¿Cuál es el patrón definitivo entonces para evaluar el asunto? ¿Deben ser creyentes sujetos, o solo sujetos, aun cuando no sean creyentes?
Para ello haremos un zoom a ambos textos y trataremos de observar cuidadosamente algunos detalles.
Examinando los textos
En el idioma original, el apóstol Pablo usa dos palabras que serán clave mientras dilucidamos el asunto. Por un lado, la palabra ὑποταγῇ, traducida en RV60 como “sujeción”. Y, por otro lado, la palabra πιστά también traducida en RV60 cómo “creyente”
Tito 1: 6
tenga hijos creyentes (ἔχων τέκνα πιστά)
1 Timoteo 3:4
hijos en sujeción (τέκνα ἐν ὑποταγ)ῇ
Debemos partir de la premisa de que Pablo no está hablando de dos temas diferentes, sino que se está refiriendo a uno y el mismo, solo que desde perspectivas distintas. Digo esto porque, por un lado, no puede estar poniendo a los lectores de 1 Timoteo un estándar aparentemente más “bajo” que a los lectores de Tito. Así que: o Pablo se refiere a que los hijos de los pastores sean creyentes, o Pablo se refiere a que deben ser fieles y estar en sujeción sin que sea indispensable que sean creyentes.
Hijos fieles
La palabra que Pablo emplea en Tito y que reina Valera traduce como “creyente” es el punto de central en este asunto. Sin embargo, πιστά también puede ser traducida como “fieles”. En efecto, la palabra es traducida como “fiel” o “fieles” unas 57 veces en el nuevo testamento, de las cuales, al menos en 10 ocasiones, su uso es en las cartas a Timoteo y Tito (1 Ti 1.12; 1.15; 3:1; 3:11; 4:9; 2 Tim 2:2; 2:11; 2:13; Tit 1:9; 3:8).
La palabra fiel da la idea de algo que es digno de confianza, de crédito o que puede permanecer en honestidad y esto armoniza perfectamente con la idea del pasaje paralelo en 1 Timoteo, donde lo que Pablo recomienda es que los hijos puedan estar bajo control y sometidos a autoridad (ὑποταγῇ), no siendo acusados de inmoralidad, de modo que no comprometan el testimonio del evangelio y de la familia.
Así que, lo que el texto sugiere es que los ministros deben tener hijos fieles, sujetos a la autoridad y no siendo malos testimonio de pecado e insubordinación.
Algunas implicaciones hipotéticas sobre los hijos de los pastores
Pero, supongamos por un momento que a lo que Pablo se refiere, es al hecho de que los hijos de los pastores sean creyentes convertidos. Si pensamos de esta manera, tendremos que enfrentarnos a algunos conflictos lógicos e incluso teológicos considerando el contexto general de las escrituras y la realidad circunstancial.
Por ejemplo:
¿A qué edad se determinan si los hijos del pastor son creyentes o no?
¿Qué pasa si al comenzar el ministerio sus hijos daban evidencia de ser creyentes, pero luego se alejaron de la fe y de la comunión de la iglesia? ¿Descalifica eso al ministro?
¿Puede acaso el que los hijos no sean convertidos probar que el hombre es un mal administrador de su casa si sabemos que la salvación es del Señor?
¿Qué pasa si el ministro es llamado cuando sus hijos eran adultos y plenamente responsables ante Dios?
¿Cuál es el porcentaje de hijos creyentes que debe tener en caso de que sean varios? ¿Qué tal si uno es creyente y otro no?
Claramente, sugerir que la demanda de Pablo en el texto de Tito es que los hijos de los pastores sean creyentes salvos, conlleva un debate mucho más amplio que el que inicialmente se plantea. Por supuesto, creo que no es una buena señal que si un aspirante al ministerio tienes cinco hijos, ninguno de ellos sea creyente, sin embargo, hay que examinar mucho más que eso y es el tipo de gobierno que el aspirante/pastor ejerce en su casa.
Los pastores deben ocuparse en proveer a sus hijos los medios espirituales necesarios para que ellos vengan a Cristo. No debe conformarse con tenerlos bajo su autoridad, lo cual solo es de valor moral, sino orar fervientemente por su conversión y exponerlos al evangelio de manera constante, aun cuando sabemos que la obra es del Señor, siendo ejemplo de piedad y de buen juicio; pues, claramente, quien no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo gobernará la iglesia del Señor? Y si no trabaja incansablemente por los suyos, ¿con qué pasión trabajará por los de afuera?
Por demás, consideremos también la manera en que la fe de Loida y Eunice, abuela y madre de Timoteo, habitó también en el joven (2 Tm 2:5), dándonos esto muestra de la influencia que ejercemos sobre los que Dios ha puesto a nuestro cuidado. Trabajemos en ello sin desmayar.