Versículo base: “Y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también la fe de ustedes.” (1 Corintios 15:14)
La apuesta de Pascal: la vida mas allá de la muerte
“Dos cosas se pueden perder: la verdad y el bien, y dos cosas se pueden comprometer: vuestra razón y vuestra voluntad, vuestro conocimiento y vuestra beatitud; y de dos cosas debe huir vuestra naturaleza: del error y de la miseria. Vuestra razón no se resiente si elige lo uno o lo otro, puesto que necesariamente hay que elegir.”..Estimemos estos dos casos: si ganáis, ganáis todo; si perdéis, no perdéis nada. Apostad, pues, a que Dios existe, sin vacilar.” (Blaise Pascal)
La cita que acabo de leer es conocida como “La apuesta de Pascal”, una idea propuesta por el matemático y filósofo francés según lo cual, en resumen, si una persona elige en esta vida vivir para Dios y al final se encuentra que no hay nada después de la muerte, de todos modos no habrá perdido nada, pero si Dios existe, quien haya decidido ignorarlo tendrá un gran problema.
El desafío parece muy lógico, pero la verdad es que reduce la esperanza a eso: una apuesta. A un quizás. No es eso lo que Pablo pensaba de la eternidad y la vida después de la muerte lo cual descansa en el hecho de que nuestros cuerpos resucitarán. De hecho, el Apóstol pone la fe cristiana sobre el delgado filo del testimonio de la historia: la resurrección de Cristo. Si alguien puede probar que Cristo no resucitó, la fe cristiana caería por su propio peso.
Entendiendo el pasaje
Pablo escribe a los corintios en un momento crítico. Como ya lo hemos mencionado antes, esta iglesia, situada en el corazón del mundo greco-romano, estaba absorbiendo filosofías que negaban la resurrección física. El dualismo platónico que despreciaba lo material a favor de lo espiritual había infiltrado su teología. “El cuerpo es solo un cascarón temporal“, argumentaban algunos, “¿para qué querríamos recuperarlo en la eternidad?“. En este capítulo, Pablo confronta este error devastador centrando su argumento en un hecho histórico verificable: la resurrección corporal de Jesús.
Lo fascinante es cómo Pablo aborda el tema. No comienza con argumentos abstractos o apelaciones emocionales. Empieza recordándoles “el evangelio que les he predicado, el cual también recibieron” (v.1). Les recuerda que Cristo murió por nuestros pecados “conforme a las Escrituras“, que fue sepultado, y que resucitó al tercer día “conforme a las Escrituras” (vv.3-4).
Pablo está estableciendo que la resurrección no fue una adición posterior o un mito desarrollado con el tiempo – era parte integral del mensaje original que confirmaba que todo lo que Cristo había dicho de sí mismo era verdad, que Él es el Hijo de Dios. Y luego hace algo extraordinario nivel argumentativo: enumera testigos concretos. Personas con nombres y rostros. Cefas (Pedro), los doce, más de quinientos hermanos “de los cuales muchos viven aún”, Santiago, todos los apóstoles y finalmente él mismo (vv.5-8). Esta no es la estrategia de alguien promoviendo una fábula. Aquí lo que vemos es la aproximación de un testigo presentando evidencia histórica verificable.
Esta es la afirmación categórica de Pablo: La resurrección de Cristo es un hecho histórico comprobable y por lo tanto la verdad sobre la que descansa la esperanza de los que hemos creído.
3 verdades bíblicas
La resurrección de Cristo es un hecho histórico, no una metáfora bonita La fe cristiana no se fundamenta en deseos o sentimientos, sino en acontecimientos reales. Pablo construye su argumento como lo haría un abogado ante un tribunal. Presenta un evento (la resurrección), múltiples testigos oculares (más de 500 personas), muchos de los cuales seguían vivos cuando escribió esta carta y podían ser interrogados. Además, estos testigos no eran crédulos o predispuestos – algunos, como Pablo mismo, habían sido enemigos acérrimos de la fe cristiana. Si miras la historia, verás que los discípulos pasaron de ser cobardes que huyeron en la crucifixión a mártires dispuestos a morir por su testimonio. ¿Qué podría explicar tal transformación? Recuerdo cuando atravesé mi propia crisis de fe, todo lo que creía parecía desmoronarse. Fue precisamente la solidez histórica de la resurrección lo que me dio un fundamento firme. La evidencia era – y sigue siendo – simplemente abrumadora para cualquiera que la examine honestamente.
Si negamos la resurrección, destruimos el núcleo del evangelio Pablo desarrolla un argumento demoledor utilizando la lógica: “Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (vv.13-14). Veamos la cadena de consecuencias: sin resurrección, Cristo sigue muerto. Si Cristo sigue muerto, no venció al pecado. Si no venció al pecado, seguimos esclavos de él. Si seguimos esclavos del pecado, el evangelio es una mentira. El cristianismo no es una filosofía de vida que pueda sobrevivir si extraemos la resurrección. No es un sistema ético que permanece intacto si eliminamos este milagro. Pablo es brutalmente claro: sin resurrección, “aún estáis en vuestros pecados” (v.17). Cuando enfrentas problemas en tu vida, cuando el peso de tu propio fracaso moral te abruma, lo que te sostiene no es una idea abstracta sino un hecho histórico: Cristo venció a la muerte, demostrando que su sacrificio fue aceptado y que tu deuda está pagada.
La resurrección transforma nuestra perspectiva sobre todo “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (v.19). El cristianismo sin resurrección sería la forma de vida más miserable posible. Imagina renunciar a placeres temporales, enfrentar persecución, e incluso dar tu vida por algo que sabes que es falso. Pero la realidad es exactamente la contraria. La resurrección de Cristo cambia nuestra visión de todo – desde nuestro sufrimiento presente hasta nuestro destino final. No vivimos como “ateos prácticos” que confiesan creencias pero actúan como si Dios no existiera. La resurrección de Cristo es la garantía de la nuestra. Como él venció a la muerte, nosotros la venceremos. Como él tiene un cuerpo glorificado, nosotros lo tendremos. Esta verdad transforma cómo veo mi trabajo diario, mis relaciones, mis luchas. Todo cobra sentido cuando lo miro a través del lente de la eternidad que la resurrección asegura.
Reflexión y oración
La resurrección no es solo un artículo de fe más en una larga lista de creencias. Es el fundamento sobre el que todo descansa. Lo que distingue al cristianismo de cualquier otra religión o filosofía es precisamente esto: un fundador que no solo murió, sino que venció a la muerte. Un Dios que no solo habló, sino que vino y demostró su poder sobre el enemigo final. Todo el sistema – desde nuestra comprensión del pecado hasta nuestra esperanza de gloria – se sostiene sobre este hecho histórico verificable. Y aquí está la belleza: podemos verificarlo. No es algo que debamos aceptar a ciegas. Las pruebas están ahí para cualquiera que tenga la honestidad intelectual de examinarlas. Miles de escépticos lo han hecho a lo largo de la historia, y muchos han llegado a la misma conclusión que Pablo: Cristo ha resucitado, y eso lo cambia todo.
Señor, confieso que a veces vivo como si tu resurrección fuera solo una linda historia y no un hecho histórico que lo cambia todo. Perdóname por las veces que he dudado o he actuado como si mi fe fuera una opinión personal en lugar de una convicción basada en realidades verídicas. Gracias porque tu resurrección no solo es una doctrina para creer, sino un fundamento sólido sobre el cual puedo construir toda mi vida. Cuando las dudas me asaltan, cuando mis circunstancias parecen contradecir tu bondad, ayúdame a volver a este hecho fundamental: la tumba está vacía. Has vencido a la muerte. Y si has vencido a la muerte, no hay nada en mi vida que esté fuera de tu control. Permite que esta verdad transforme no solo lo que creo, sino cómo vivo cada día. Amén.
Lecturas del plan para hoy:
Éxodo 11:1-12:20, Lucas 14, Job 29, 1 Corintios 15