Firmeza en el ejercicio de la generosidad | 1 Corintios 16:1-4

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“Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.” — Pablo de Tarso, a su discípulo amado Timoteo.

Estas palabras son una advertencia enérgica pero también el anuncio de la tragedia de quienes la ignoran. Uno de los grandes males de la iglesia contemporánea y general a lo largo de siglos de existencia, y sido cerrar sus oídos a estas palabras o peor aún, escucharlas y dejarlas pasar como una sugerencia opcional.
El problema de mucha gente hoy no parece ser con el nombre de Jesús como en los días de Pablo o de los apóstoles, hasta pueden llevarlo tatuado en el brazo oncólogo en el pecho, su problema, dicen, es con la religión, la misma que ha usado la fe como un pretexto para enriquecerse; y lo trágico es que aunque sean inexcusable, pueden estar señalando algo que es verdadero. La tragedia de una iglesia que como Laodicea en Apocalipsis 3 se jactaba de sus riquezas o grandes templos, pero que estaba muerta, sin vida porque su Señor no es Dios, sino el dinero. Las riquezas de este mundo.

Pero ¿cuál debe ser entonces la relación de la iglesia con el dinero? ¿Cómo puede practicarse la generosidad de manera correcta? ¿Hay algo que en la Biblia nos ponga en equilibrio al respecto de este asunto?
Gracias al Señor, no estamos ciegos en cuanto a esto y hay mucho que la Biblia nos enseña por instrucción o por principio cómo es la práctica del dar desde una perspectiva bíblica.
Aunque el tema que Pablo va a abordar con los de Corinto no es estrictamente acerca de cómo manejar el dinero, esta instrucción acerca de un asunto tan especifico como enviar una ofrenda para los hermanos necesitados que estaban en Jerusalén, nos pone de frente con algunos principios prácticos útiles no solo para nuestra comprensión del ‘por qué’ y ‘para qué’ sino del ‘como hacerlo’.
Esta es oficialmente la última instrucción directa de Pablo a la iglesia de Corinto y aunque pareciera ser un tema misceláneo, lo cierto es que incluso en la segunda carta todavía sigue siendo un tema importante y pertinente. (Gracias a Dios porque toda Su Palabra es útil para instruir).

Veremos por tanto este último asunto de orden a l luz de los siguientes apuntes:

  1. El por qué de la ofrenda (16:1)
  2. El cómo de la ofrenda (16:2a)
  3. El ‘a quien’ de la ofrenda (2b-4)

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