A comienzo del siglo XX inicio en los Estados Unidos surgió un movimiento caracterizado por algunas prácticas interesantes, especialmente en cuanto a su liturgia. Sus servicios no eran típicos, no eran callados y mucho menos sobrios sino marcados por lo que ellos llamaban “el nuevo mover del Espíritu Santo”. Dicho movimiento que tomó su mayor impulso en la calle Azusa en Los Ángeles, se extendió rápidamente en los estados del sur de los Estados Unidos y con la explosión de la radio pronto emigró al Caribe y en gran parte hacia Centro y Suramérica.
Esto movimiento, que además promovía un segundo Pentecostés, era distinguido por la práctica de hablar en lenguas, entre otras. Sonidos desconocidos que se producían entre la multitud sin que pudiera saberse a ciencia cierta qué mensaje se quería transmitir. Con el tiempo, la práctica se volvió común y casi que se convirtió en algo distintivo de los evangélicos en general, especialmente en las zonas en las que este movimiento tenía influencia.
Sin embargo, en ese entonces y ahora conviene preguntarnos ¿de donde sale esta práctica de hablar en lenguas? ¿Es algo apropiado para el culto? ¿Tiene algún valor para la edificación de la iglesia y la salvación de los creyentes? Yo espero que hoy podamos dar respuestas a algunas de estas importantes preguntas en la medida en que vamos avanzando en este interesante capítulo de las Escrituras.
(Quiero hacer justicia académica y reconocer de antemano la importante influencia que ha sido para mi el libro Manifestaciones del Espíritu de D A Carson y el comentario de Gordon Fee de 1a a Los Corintios, así como las apreciaciones de Wayne Grudem y otros exégetas que se han tomado el trabajo de estudiar ampliamente este capítulo desde antes que yo naciera).
Pablo nos a mostrado en esta carta que los dones deben traer unidad a la iglesia y que cada miembro debe ejercer una función específica. Dichos dones deben ser administrados en amor y no buscando una gloria personal o de manera egoísta porque el amor es mucho mas importante que los dones; pero ahora, Pablo quiere remarcar el hecho de que aunque debemos buscar amar por encima de todo, eso no debe frenar a los de Corinto en su tarea de perseguir los dones, solo que deben hacerlo de manera ordenada, que busque la edificación de la iglesia y la salvación de los perdidos.
Este capítulo tiene una estructura mas o menos compleja; sin embargo, lo abordaremos a la luz de dos encabezados que son al parecer las dos divisiones naturales del texto.
- Un llamado a buscar los dones que más edifiquen la iglesia (1-20)
- Un llamado a ejercer los dones en el culto de manera ordenada. (26-40)