Unos 300 años antes de Cristo, luego del acenso de Alejandro el grande al poder se inició, en el año 331 AC junto con la fundación de la ciudad de Alejandría, en Egipto, la Biblioteca de Alejandría. Un sueño de Alejandro de reunir todo el conocimiento de la humanidad en un solo lugar. Pero Alejandro murió pronto, y uno de sus sucesores para ese lado de su reino, Ptolomeo, continuó con la construcción de dicha biblioteca que para medicados del siglo tercero tenía según Clímaco de Cirene, más de 490.00 libros. Una cifra que ascendería según otros historiadores a 700.000.
Cuando la guerra con Roma arreció, los ejércitos de Julio César bombardearon las naves del puerto de Alejandría, lo que produjo también un incendio voraz e incontrolable que consumió por completo la biblioteca.
Esta es según la mayoría de los historiadores, una de las pérdidas más grandes de la humanidad. Alguien pudo haber exclamado “toda la sabiduría de la humanidad ha sido reducida a cenizas” Pero hoy, queremos hablar en cambio de una sabiduría indestructible e imperturbable, una sabiduría que ha sido preservada por los siglos y cuyo depósito sigue estando abierto para ser entregado a aquellos que el Señor llamare. La sabiduría celestial, la sabiduría del Evangelio.
La semana pasada vimos como el principal problema de los de Corinto era que estaban divididos en distintos grupos siendo un mismo cuerpo porque ellos consideraban el Evangelio algo poco atractivo en relación a obtener verdadera sabiduría y por eso habían abrazado la sabiduría del mundo porque el Evangelio no era suficiente para ellos, una verdadera señal de su inmadurez. Pablo les deja claro que ellos deben poner sus ojos en la cruz en primer lugar y en lo que Dios ha provisto para ellos ahí, la fuente de la verdadera sabiduría. Que incluso él rehusó predicar otra cosa que no fuera esa misma sabiduría: Cristo y este crucificado, que aunque para ellos era algo insensato, un mensaje muy simple y ridículo, en realidad era la más excelsa sabiduría jamás dada a los hombres.
Pero ¿que tipo de sabiduría es esta? Y si es tan gloriosa ¿quiénes pueden acceder a ella? En los siguientes versículos Pablo responde precisamente a esas preguntas y al mismo tiempo muestra el entendimiento de la sabiduría del evangelio como la característica de los creyentes maduros, mientras que aquellos que menosprecian dicha sabiduría, dan muestras de su inmadurez espiritual. Y eso es lo que pretendo presentar en este sermón: que los creyentes maduros son aquellos que abrazan la sabiduría del evangelio y los inmaduros son aquellos que incluso teniéndola a su disposición, la rechazan trayendo divisiones y conflictos dentro de la iglesia.
Así que veremos nuestro texto a la luz de los siguientes puntos:
⁃ El carácter supremo de la sabiduría del Evangelio (6- 9)
⁃ El carácter espiritual de la sabiduría del Evangelio (10-13)
⁃ El carácter no-natural de la sabiduría del evangelio (14-16)