Santidad en los apetitos del cuerpo A mediados del siglo XX, entre los años 70 y 80, el mundo occidental experimentó la explosión de un nuevo movimiento cultural, una revolución sexual o liberación sexual. Este movimiento desafiaba el estándar ético de la sexualidad que había predominado por siglos y proponía unas nuevas formas de ver el sexo y el matrimonio. Se normalizó la desnudez y la exploración corporal y del mismo modo se cuestionó las, formas tradicionales de las relaciones sexuales como represivas. Es de este movimiento que surgen la aceptación de las relaciones antes del matrimonio y la normalización de la homosexualidad, matrimonios entre parejas del mismo sexo y otras distorsiones que hemos visto surgir en el transcurso de nuestro tiempo.
Pero nada hay nuevo debajo del sol. Los pecados sexuales no han aparecido de manera progresiva, han estado desde siempre en el corazón del ser humano, en su naturaleza pecaminosa (ver Romanos 1) y estos tiempos no son peores que los que se vivían en las culturas pre-cristianas y las civilizaciones posteriores, en las cuales, si bien la inmoralidad sexual estaba mas ligada a la idolatría y la práctica religiosa, no era menos aberrante que en nuestro tiempo. Como quiera que sea, el creyente siempre ha tenido que lidiar con visiones distorsionadas de la sexualidad y la Palabra de Dios sigue siendo nuestra única regla de fe práctica par este tipo de asuntos.
Lo que veremos hoy es que una mala doctrina siempre traerá una mala práctica. Los fariseos creían que podían salvarse acumulado obras de justicia y eso los llevó al legalismo, peor los de Corinto tenían el problema opuesto, ellos pensaban que la como Cristo los había hecho libres y que ya estaban reinando, entonces podían disfrutar de todo lo que estuviera disponible para su placer. Esto pensamiento los había llevado a concebir la sexualidad como un apetito más que debía ser saciado, lo que se sumaba a la lista de pecados que ya Pablo venía corrigiendo en ellos y con este panorama pareciera que le pecado que sigue es peor que el anterior. Los de corinto tenían un mal entendimiento de su libertad cristiana, una idea distorsionada de la unión con Cristo y la resurrección y eran ignorantes acerca de su relación con el Espíritu Santo, así que Pablo los exhorta en esos tres aspectos a que abandonen el pecado sexual y huyan de la fornicación.
Así que veremos nuestro texto a la luz de los siguientes tres encabezados:
1. Libres en cristo, no esclavos del pecado sexual
2. Unidos a Cristo, no ligados al pecado sexual
3. Templo del Espíritu Santo, no morada del pecado sexual