Es tan dañino para una nación un gobernante tirano como uno que no puede gobernar
porque no tiene autoridad. Es tan dañino para una familia un padre autoritario como uno
que no ejerce su rol y es tan dañino para una iglesia un líder que es puesto por encima de su
posición como uno que no es considerado ni siquiera digno de guiar.
Durante las últimas semanas hemos estado viendo de cerca las causas del problema de
división en la iglesia de los corintios. Primer lugar vimos que ellos estaban divididos
porque no estaban viendo la cruz y el evangelio como fuente de sabiduría sino las filosofías
del mundo. Luego vimos que estaban divididos porque estaban buscando su identidad fuera
de Cristo. Estaban divididos además porque habían elevado el liderazgo de los hombres por
encima de donde debía estar y hoy veremos que otro de los problemas que traía división era
que estaban menospreciando el liderazgo de los que Dios había enviado para dirigirlos en el
camino de la fe.
De modo que; elevar a Pablo, Apolos y Cefas por encima el uno del otro traía conflictos
pero al mismo tiempo también los traía menospreciarlos como líderes. En cierta forma a los
que eran de Pedro menospreciaban a Pablo y Apolos mientras que los de Apolos
menospreciaban a los Pedro y Pablo y así sucesivamente y esta era una conducta que debía
ser corregida.
Así que lo que hace Pablo es poner el liderazgo en perspectiva y centrar un equilibrio. Los
líderes deben verse como siervos y al mismo tiempo como administradores. Como quienes
han recibido Gracia pero que también han padecido, como padres dignos de imitar pero que
corrigen con vehemencia el error.
Así que veremos nuestro texto, el capítulo 4 a la luz de los siguientes encabezados:
- Los líderes son siervos pero también administradores (1-5)
- Los líderes son ejemplo de gracia pero también de abnegación (6-13)
- Los líderes amonestan con ternura pero corrigen con firmeza (14-21)