Propiedad privada

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¿De dónde proviene nuestro concepto moderno de propiedad? ¿Por qué afirmamos que robar es algo moralmente malo? ¿Acaso no sería el mundo un lugar mejor si cada persona pudiera tener acceso a todo y nadie fuera dueño de nada?‌

Bueno, estoy seguro de que el sentido común nos ilustra el hecho de que eso suena romántico, pero es imposible, no es viable, a causa de la naturaleza misma del ser humano.‌

John Locke, un filósofo inglés del siglo XVII y de influencia puritana, fue el primero en abordar el tema de la propiedad privada en relación con la posesión de cada persona y el derecho que tenía sobre ella. Él dijo lo siguiente:‌

‘Dios, al dar el mundo en común a todos los hombres, mandó también al hombre a que trabajara, y la fatiga de su condición le es requerida. Dios y su razón lo mandaron a sojuzgar la tierra, esto es, mejorarla para el bien de la vida, y así él invirtió en ella algo que le pertenecía, es decir, su trabajo. Quien, en obediencia a ese mandato de Dios, sometió, labró y sembró cualquier parte de ella, y a ella agregó algo que era propiedad suya, a que no tenía derecho ningún otro, ni podía arrebatársele sin causarle un daño.’‌

Desde este punto de vista, las personas son dueñas y propietarias de todo aquello en lo que invierten esfuerzo y trabajo, y nadie puede arrebatárselo. Esto es perfectamente coherente con la Biblia, donde vemos que Dios se preocupa porque el hombre trabaje duro y se apropie del fruto obtenido por medio de ese trabajo y luego establece reglas para proteger dicha propiedad de modo que no sea violentada, y por eso establece la prohibición en Su ley de ‘no robarás’.‌

Ya hemos visto en sermones anteriores que Dios está dando leyes al pueblo para revelar su justicia al mismo tiempo que favorece la vida en comunidad, esto último protegiendo la vida, el orden de autoridad, la libertad, y hoy veremos que lo hace también protegiendo la propiedad.‌

Dios mismo mandó que nadie puede arrebatar la vida o la libertad a otra persona sin tener que pagar por ello. Asimismo, quien violente la propiedad de otro no puede quedar impune, debe pagar, y aunque el pago no es igual que el que se exige, a alguien que quitar‌

la vida o la libertad, si debe pagar por medio de restitución. Y este es el argumento que justamente quiero proponerles:‌

Dios es justo y demanda que todo el que violenta la propiedad de otro sea llamado a restituir.

Y vamos a ver el desarrollo de este argumento a la luz de las cuatro categorías o formas en las que se vulnera la propiedad que aparecen en este pasaje y el tipo de restitución que Dios en cada caso.‌

La estrategia que usaremos es, explicar cada uno de los casos, luego veremos algunas implicaciones teológicas y finalmente daremos unas aplicaciones prácticas relacionadas con cada caso.‌

  • Caso 1: Atentar contra la propiedad por medio de violencia
  • Caso 2: Atentar contra la propiedad por medio de negligencia
  • Caso 3: Atentar contra la propiedad por medio de fraude
  • Caso 4: Atentar contra la propiedad por medio del abuso‌

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