Sufriendo con bondad y esperanza (1 Pedro 3:8-12)

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Estas son las notas de uno de los sermones de la serie de sermones escogidos; sufriendo con bondad y esperanza que nos habla acerca de que el sufrimiento no siempre nos resulta agradable, muchas veces nuestra tentación es devolver mal por mal o la venganza, pero Dios llama a sus hijos a tener una conducta bondadosa y aguardar la esperanza de que un día todos sus padecimientos acabarán.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), más de 70.000 personas fueron clasificadas como objetores de conciencia. Estos individuos, principalmente hombres, se negaron a participar en la guerra debido a sus convicciones religiosas. Uno de ellos fue Desmond T. Doss, cuya historia se destaca por su participación en el conflicto bélico a pesar de su firme determinación de no empuñar un arma, influenciado por el mandamiento de «no matarás». Desmond vivió toda su vida con una profunda convicción de cumplir este precepto.

Cuando Estados Unidos entró en la guerra, Doss aceptó ser reclutado en 1942, convencido de que la lucha contra la Alemania nazi era justa. Sin embargo, su tiempo en el ejército no fue fácil. A pesar de su disposición a servir, Doss fue objeto de acoso por parte de sus superiores y compañeros. A menudo le decían: «Doss, cuando entremos en combate, me aseguraré de que no regreses con vida». Pero, a pesar del rechazo y las burlas, Doss se mantuvo firme en su fe y compromiso de convertirse en un soldado ejemplar.

El 5 de mayo de 1945, durante un ataque para tomar una isla japonesa situada en lo alto de un acantilado, los soldados estadounidenses se encontraron bajo fuego cruzado. Sin embargo, Desmond, fiel a su conciencia y sin armas, se lanzó al rescate de los heridos, salvando la vida de 75 soldados, incluyendo a soldados enemigos, en un acto de heroísmo que desafió todas las expectativas. Por este acto, Doss recibió la Medalla de Honor del Congreso, expresando que la recibió por seguir la Regla de Oro mencionada en Mateo 7:12: «Todo lo que quisieras que te hicieran los hombres, hazlo así con ellos».

Una Respuesta Bondadosa en el Sufrimiento (1 Pedro 3:8-9)

El apóstol Pedro escribió esta carta a los creyentes que sufrían persecución bajo el Imperio Romano (60-68 d.C.). A medida que la persecución se intensificaba, Pedro les exhorta a vivir vidas santas y obedientes, incluso en medio de la adversidad. El sufrimiento, según Pedro, forma parte del llamado de Dios a seguir el ejemplo de Cristo. Pedro instruye a los siervos a someterse a sus amos, incluso si son injustos, a las esposas a estar sujetas a sus maridos, y a los maridos a tratar a sus esposas con comprensión y amor. Esta enseñanza culmina en una exhortación a la unidad entre los creyentes.

La unidad en la iglesia es esencial para enfrentar el sufrimiento. Pedro subraya que los creyentes no deben enfrentar el sufrimiento solos, sino en comunidad, con un mismo sentir. Esta unidad, que se repite a lo largo del Nuevo Testamento, es crucial para superar las pruebas, ya que el enemigo busca dividir a la iglesia. Pedro también llama a los creyentes a ser compasivos, una virtud que permite a los que sufren sentir el dolor ajeno como propio y desear aliviarlo.

Además, Pedro exhorta a los creyentes a mostrar amor fraternal, un amor que refleja el amor que Dios tiene por nosotros como miembros de su familia. Este amor se manifiesta en misericordia, es decir, en la disposición de ayudar a los que sufren, independientemente de si lo merecen. El espíritu humilde es otra virtud importante en el sufrimiento, ya que nos recuerda que no merecemos nada, sino que todo es producto de la gracia de Dios.

Pedro también advierte contra la tentación de devolver mal por mal o insulto por insulto. En lugar de buscar venganza, los creyentes deben bendecir a quienes les han hecho daño, recordando que fueron llamados a heredar bendición. Esta enseñanza se refleja en Romanos 12:17-21, donde Pablo exhorta a los creyentes a no ser vencidos por el mal, sino a vencer el mal con el bien.

Nuestra Esperanza en el Sufrimiento (1 Pedro 3:10-12)

El sufrimiento no es el final para los creyentes; hay esperanza en medio de las pruebas. Pedro sustenta su enseñanza citando el Salmo 34:12-16, que ofrece instrucciones para aquellos que desean amar la vida y ver días buenos, incluso en medio de la persecución. Este Salmo, escrito por David durante su huida de Saúl, refleja la esperanza y la confianza en Dios en tiempos de angustia.

Pedro insta a los creyentes a refrenar su lengua del mal y a apartarse del engaño. Esto implica vivir una vida íntegra, consciente de que Dios ve y escucha todo. La paz es otro tema clave en esta enseñanza. Pedro recuerda que Cristo es nuestra paz, y que, al estar en paz con Dios, podemos enfrentar el sufrimiento con gozo y esperanza, sin permitir que las circunstancias nos roben la alegría.

Finalmente, Pedro asegura que Dios está atento al clamor de los justos y los libra de sus angustias. Aunque muchas son las aflicciones del justo, el Señor los libra de todas ellas. Esta promesa es la fuente de nuestra esperanza en el sufrimiento.

Aplicaciones Prácticas

  1. La única manera válida de sufrir bien es mostrando compasión y bondad, tanto a nuestros hermanos en la fe como a nuestros enemigos. Estamos llamados a evidenciar que somos herederos de bendición cuando bendecimos a quienes nos han hecho mal.
  2. Podemos mostrar bondad en medio del sufrimiento porque nuestra esperanza está en el Señor, quien nos ha prometido una herencia eterna. Con esta esperanza, enfrentamos el sufrimiento con la certeza de que, pase lo que pase, nuestra recompensa está asegurada en Cristo.

Conclusión

El sufrimiento es una realidad inevitable en la vida cristiana, pero Pedro nos enseña que podemos enfrentarlo con bondad y esperanza. Al seguir el ejemplo de Cristo, mostrando compasión, amor fraternal y misericordia, reflejamos nuestra fe en Dios y nuestra esperanza en la herencia eterna que nos espera. Así, incluso en medio del dolor, podemos encontrar paz y gozo, sabiendo que Dios está con nosotros y que nada puede separarnos de su amor.

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