Un corazón afligido que ora | Nehemías 1

Quiero que imagines la escena conmigo:
Niños corriendo en las calles de la ciudad, los hombres de saludan amablemente mientras caminan. Un anciano cruza lentamente mientras los jóvenes se detienen en señal de respeto, el sol es fuerte pero no irritante y el canto de los pájaros es tan fuerte como la brisa. Todos parecen vivir felices, tienen un rey que ha sido Bueno. Las Ciudad es visitada con frecuencia, su templo es esplendoroso, no hay otro como ese entre las naciones y todos están convencidos que la gloria de esta ciudad y su prosperidad son por causa del Dios que los h favorecido.

Pero un día, la música de fondo cambia, todo ahora es gris. Los que antes corrían como niños ahora a duras penas caminan poseídos por el alcohol. Hay violencia entre unos y otros, los ancianos ya no salen a la calle y los jóvenes dan miedo. Ya no hay pájaros en le mañana y el rey ya no es tan Bueno. El templo está vacío, las paredes sucias y no hay nada atractivo y las naciones que le admiraban ahora quieren poseerle y destruirse y un día lo logran.

Entran con violencia, derriban las inmensas murallas que protegían la ciudad, el templo glorioso es saqueado. Los hombres fuertes son asesinados y algunas mujeres mueren en las calles algunas con sus hijos en el vientre. Una nación malvada ha entrado con furia, pero lo peor de todo, es que el Dios que era su guardador ya no está, la ciudad ahora pertenece a otros si gloria ha sido traspasada.

Esta es la historia de Jerusalén unos años antes de l historia que empezaremos a contar hoy. Ellos abandonaron a Dios y Dios se fue de ellos. Los babilonios los llevaron cautivos a una ciudad que no conocían para que adoraran y sirvieran a dioses que tampoco conocían. Una parte del pueblo se quedó en las ruinas de la ciudad, pero otros crecieron como extranjeros a muchos kilómetros de distancia de la tierra prometida.

Ahora han pasado más de 140 años desde el día en que los judíos fueron llevados cautivos por Nabucodonosor y muchos de los que crecieron en cautiverio se hicieron ciudadanos de un nuevo reino, entre ellos Nehemías. Pero su historia es cautivadora, porque a pesar de estar lejos, en una posición cómoda y sin mucha información sobre su tierra y su Dios, este hombre es llamado a una misión especial, la restauración de la ciudad de Jerusalén y la puesta en marcha del templo y la adoración.

El libro está dividió en dos grandes partes. 1—7 habla del papel del liderazgo de Nehemías en la reconstrucción material de la ciudad, sus murallas y los capítulos 8—13 de su papel como el restaurador de la espiritualidad y la adoración.

Así que estamos frente a uno de Los libros más dramáticos del AT y no solo por su contenido sino por la forma en que los relatos fueron puestos en orden.

Hay mucho de lo que hablaremos aquí: de la oración, el llamado a servir, sobre liderazgo, adoración, trabajo, confianza en Dios; pero si hay algo en lo que pretendemos aterrizar semana a semana es en l carretera que nos conduce al Evangelio.

El libro de Nehemías no nos fue dado para que nos fijemos en las habilidades de un buen líder, más bien es un vehículo que nos lleva al gran Dios en el que Nehemías confió, quién además sigue siendo el Dios de Su pueblo. Este libro es acerca de cómo Dios usa a hombres en esta tierra y los capacita para llevar a cabo su plan, pero también es un libro que muestra l fidelidad de Dios al pacto con Su pueblo, la promesa del Señor nunca fallará.
Así que, con eso en nuestras mentes, iniciaremos hoy nuestro viaje por el diario escrito por el mismo Nehemías sobre la obra que emprendería la cual tendría resultados impensables.
Pero como todo en lo que Dios obra inicia con angustia y clamor, Nehemías no es l excepción y veremos este sermón como toda la restauración de una Israel en ruinas comenzaría con un corazón afligido y un corazón dispuesto para el clamor y la oración.

Así que veremos nuestro texto a la luz de los siguientes puntos:
• El motivo de la aflicción (1-3)
• Una respuesta a la aflicción (4-7)
• Una oración movida por la aflicción (8-11)

Descargar sermón:

Comparte este sermón: