En los primeros capítulos del libro de hebreos vemos una descripción amplia sobre la manera en que el pueblo de Israel había sido incapaz de obedecer la voluntad de dios arrojando a las naciones que ocupaban la tierra de Canaán. Ellos habían pensado que podían quedarse viviendo juntos sin que nada pasara.
Pero eso tarde o temprano traería sus consecuencias. El pueblo de Israel entraría a experimentar ciclos de pecado a lo largo de todo el periodo de los jueves, como consecuencia de no haber arrojado a estas naciones. Ellos terminaban sirviendo a sus dioses y Dios terminaba mostrando su ir, luego ellos clamaban, Dios enviaba un libertador y el ciclo volvía a comenzar.
Este ciclo lo vemos claramente en este pasaje (vv 7-9 a):
- Hicieron lo malo
- Dios los entrega en manos de sus enemigos
- Claman pidiendo liberación
- Dios envía un libertador
Lo que veremos hoy es la manera en que Dios libertaba al pueblo, de como el seguía siendo fiel a su pacto a pesar de la dureza del corazón del pueblo. Nuestro texto lo dividiremos en tres encabezados, de acuerdo con los tres primeros jueces:
Otoniel: Un libertador idóneo (Jueces 3:9-11)
Aod: Un libertador inesperado (Jueces 3: 12-30)
Samgar: Un libertador excéntrico (Jueces 3:31)