Un tabernáculo hecho a mano

Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego». Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras y asfalto en vez de mezcla. 4 Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo, nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra». (Gen 11:3-4)

Este pasaje aparece en los inicios de la historia de la humanidad como el testimonio de que el hombre caído, luego de ser expulsado del Edén, ha buscado formas para volver a Dios, todas ellas infructuosas. Eso explica también, como diferentes civilizaciones, sin relación alguna una con otra, erigieron monumentos altos con la idea de conectar el cielo con la tierra. Pirámides imponentes que materializaban su necesidad de ir a Dios.

Esa es la historia de las religiones, una en la que todos plantean la misma historia: necesitamos construir un camino, un vehículo que nos acerque a la deidad.

Sin embargo, deja clara la Escritura, que de acuerdo con la voluntad del Único Dios verdadero, la relación entre la deidad y los hombres no es resultado de los pobres e infructuosos esfuerzos humanos, sino por una iniciativa unilateral de Dios.

Una y otra vemos en la Biblia la incapacidad del hombre para acercarse a Dios, pero también, una y otra vez, vemos al Dios Soberano y rey del universo, en un acto de infinita misericordia, acercarse a los hombres hasta el punto de hacerse como uno de ellos para morir y salvarlos a ellos. He ahí el corazón del cristianismo y lo que distingue nuestra fe de cualquier otro sistema religioso.

La sección que hoy comenzamos y que va hasta el capítulo 31, es más relacionada con las detalladas instrucciones que Dios da al pueblo para que construyan un lugar para que Su presencia more en medio de ellos.

En capítulos pasados vimos cómo el Señor sacó al pueblo de Israel de Egipto, lo probó en el desierto y lo llevó a un monte para hacer allí un pacto con ellos y luego de firmado y sellado dicho pacto, ahora el Señor manda a preparar todo para lo que será una relación en la que Él tendrá un lugar en medio del pueblo.

Así como se lee. El Dios que no puede ser contenido por el universo y no habita en templo hecho por manos humanas, decide preparar un lugar para habitar con Su pueblo.

Y ese es justamente el argumento que quiero proponerles en esta mañana:

El Dios soberano ha decidido habitar en medio de Su pueblo y ordena la forma de relacionarse con Él.

Y vamos a desarrollar este argumento a la luz de los siguientes puntos:

  • La iniciativa de Dios de habitar con Su pueblo (1-9)
  • Las representaciones de la presencia de Dios en medio de Su pueblo (10-40)

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