¿Y quién soy yo? – Parte I
Texto bíblico: Éxodo 3: 1-12
Soy padre de dos hijos en etapa de crecimiento y una de las cosas que tengo que enfrentar muy a menudo es el hecho de que me desafíen a argumentar los motivos por los cuales les damos ciertas instrucciones: —¿Y por qué tengo que ir?, ¿Por qué no mandas a mi hermano? ¿Tiene que ser ahora? — confieso que no siempre soy tan paciente como para responder con largas explicaciones, lo que me parecen más excusas para no obedecer que verdaderos interrogantes.
Pues bien, hoy nos vamos a asomar por la ventana de la historia para ver una escena similar que aconteció en la cima de una montaña; con una ligera diferencia: el hijo es un anciano de 80 años, desterrado de su pueblo y un pastor de ovejas que no tiene lugar fijo donde vivir, mientras que el padre de la escena es el Dios que ha existido por los siglos, que creó el universo y que nadie hay como él en grandeza; que no tiene que dar explicaciones a nadie; sin embargo, está justo allí, contando amorosa y tiernamente a su testarudo e incrédulo niño de 80 años.
Pero retomemos la historia: El pueblo de Israel había crecido en Egipto después de la muerte de José, pero crecieron tanto que empezaron a ser vistos como una amenaza interna para el imperio, por lo que fueron sometidos a opresión y dura servidumbre; sin embargo, Dios tenía preparado un plan, un niño nacido en cautiverio, pero criado como un hijo del rey de repente se apresura en su deseo de liberar al pueblo y es desterrado al desierto donde ha vivido por 40 años; Dios se le aparece milagrosamente en una zarza a este libertador ya entrado en años y dedicado al pastoreo de ovejas y lo llama para llevar a cabo su plan, se le revela como el gran Dios salvador y el que con su poder y su mano llevará al pueblo oprimido a un lugar donde le adorarán y le servirán.
Habíamos dejado la historia con Dios dando una instrucción clara a Moisés: Ahora, pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a Mi pueblo, a los israelitas, de Egipto (v10) y si pudiéramos introducir aquí un largo silencio, estamos listos para escuchar la respuesta de Moisés; contrario a lo que habría dicho aquel libertador impetuoso que en sus 40’s quiso hacerse a sí mismo caudillo, este viejo Moisés está lleno de dudas y de objeciones y es en eso en lo que se concentra el resto del pasaje, en las preguntas y objeciones de un Moisés sumergido en la incredulidad y las respuestas pacientes, amorosas, pero determinantes de un Dios que ya había resuelto actuar en favor de Su pueblo.
Todo esto para hacer evidente que el Dios Todopoderoso que salva a Su pueblo, aunque pudiera hacerlo con su propia mano, decide usar instrumentos débiles para llevar a cabo su plan, por lo que Él solo espera que dichos instrumentos le obedezcan y confíen en Él. Es justo esto lo que consideramos el argumento principal de nuestro texto.
Así que lo que haremos hoy es seguir la dinámica del diálogo y esas serán las divisiones que usaremos para nuestro sermón (Aunque hoy solo veremos 3 de las 5 objeciones):
1. Primera objeción: “¿Quién soy yo?” Y la respuesta de Dios (3:11-13)
2. Segunda objeción: “¿Quién me envía?” Y la identidad de Dios (3:13-22)
3. Tercera objeción: “¿Cómo puedo probarlo?” Y las señales de Dios (4:1-9)
4. Cuarta objeción: “¿Cómo lo digo?” Y la instrucción de Dios (4:10-12)
5. Quinta objeción: “Envía a otro” Y la respuesta airada de Dios (4:13-17)