Una obra no concluida

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“Humphrey, el hipopótamo mascota, mata al dueño en Sudáfrica” Ese fue el titular del periódico The Guardian en 2011 en referencia a acontecimientos ocurridos en una ciudad de Sudáfrica. Un hombre llamado Marius Els había tomado a un hipopótamo bebé y lo había criado con cuidados y atenciones inusuales. En alguna ocasión se refirió a su relación con el animal como la de un padre con un hijo. El hombre había construido un lago especialmente para el animal y se jactaba de tener una relación tan especial con él que pocos podían entender, tanto que hasta podían nadar juntos. Un día, el cuerpo del señor Els fue encontrado flotando en el lago. Había sido mordido en repetidas ocasiones por su ‘mascota’ y su cuerpo estaba mutilado.

No todas las historias románticas tienen un final feliz. Marius hizo mucho por ese hipopótamo, pero nunca pudo cambiar su naturaleza salvaje, era imposible para él convertir los instintos animales en emociones humanas comprensibles y terminó siendo el titular de una noticia desastrosa.

Nos encantaría decir que nuestra historia, está que hemos contado todas estas semanas tiene un final feliz. Nos habría encantado que el pasaje que vimos la semana pasada donde el pueblo canta con tanto júbilo y gozo y asume un compromiso tan importante de sostener la casa de Dios hubiera sido el final de este libro. Pero no, esta es la historia de un pueblo rebelde cuya tendencia a olvidar era una constante y cuya habilidad para dar la espalda a la Palabra de Dios estaba impregnado en su naturaleza pecaminosamente, como también en la nuestra.

Tenemos una ciudad terminada, habitada, un pueblo congregado, un templo funcionando, la adoración en operación, pero esta historia tendría un capítulo abierto más y ese es el punto de nuestro sermón en la mañana de hoy. Mostrar que todos los esfuerzos de Nehemías no pudieron desarraigar el pecado del pueblo de Israel, pero que justamente de eso se trata, de apuntarnos a la necesidad de que suceda algo que pudiera cambiar los afectos de los hombres muertos en pecado y volverlos a Dios y eso es algo que solo uno podía hacer, nuestro salvador. Así que este es un pasaje que más que llevarnos a la frustración nos levanta la cabeza y nos apunta hacia una gloriosa esperanza.

Veremos entonces dos cosas en este último capítulo de Nehemías:
• La reincidencia en pecado de Israel y las reformas de Nehemías
• Lecciones para nosotros en el día de hoy

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