Aunque por mitad de placer y palacios podamos vagar,
Aunque sea muy humilde, no hay lugar como nuestro hogar;
Un encanto del cielo nos parece santificar allí,
La cual, buscando a través del mundo, esta nunca se encontró en otra parte.
¡Hogar, dulce, dulce hogar!
¡No hay lugar como nuestra casa, oh, no hay lugar como nuestro hogar!
A un exiliado de su hogar, el esplendor encandila en vano;
Oh, ¡dame mi humilde cabaña de paja de nuevo!
Los pájaros cantando alegremente, que vienen a mi llamada
¡Dámelos – y la paz de la mente, más querido que todos!
¡Hogar, hogar, dulce, dulce hogar!
¡No hay lugar como el hogar, oh, no hay lugar como el hogar!
Este poema fue escrito originalmente en ingles por John Howard Payne mediados del siglo XIX y posteriormente convertido en ópera. Es justamente de aquí que salió la conocida frase “hogar, dulce hogar” que hoy se puede ver en muchos tapetes de bienvenida y que se hizo popular entre los ejércitos involucrados en la guerra civil de los Estados Unidos.
Incluso si no estás familiarizado con ella podrás capturar la emotividad que comunica. Piensa en alguien que por mucho tiempo estuvo lejos, deseando siempre volver a casa, pero sin lograrlo, hasta que un día, luego de penurias y drama logra encontrar el camino de vuelta y es allí, donde movido por el olor del campo, el ruido de los pájaros, el sonido de las risas de los niños en la calle y entonces atraviesa la puerta y todo sigue allí, tal como lo dejó al partir.
¡Hogar, dulce hogar!
Los últimos capítulos que hemos abordado de Éxodo han estado cargados de mucha emotividad. Dios manda a construir un lugar para encontrase con Su pueblo, les deja las señales del camino que deben recorrer, les indica cómo deben ir vestidos los que han de acercarse a Su presencia y hoy, por fin, entraremos al lugar y veremos lo que el Señor pide de aquellos que permanecerán en Su presencia.
El capítulo 29 terminó con estas palabras:
Será holocausto continuo por las generaciones de ustedes a la entrada de la tienda de reunión, delante del Señor, donde Yo me encontraré con ustedes, para hablar allí contigo. Allí me encontraré con los israelitas, y el lugar será santificado por Mi gloria. Santificaré la tienda de reunión y el altar. También santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Habitaré entre los israelitas, y seré su Dios. Y conocerán que Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar Yo en medio de ellos. Yo soy el Señor su Dios. (Éxodo 29:42-46) NBLA
Así que lo sigue es una descripción de los elementos y prácticas que los sacerdotes debían hacer al interior del tabernáculo en la presencia de Dios.
Y este es el argumento que quiero proponerles:
Dios espera que los que se acercan a Su presencia sean consagrados y le adoren como él lo ha establecido.
Y vamos a desarrollar este argumento siguiendo el orden de cosas que debían practicarse al interior del tabernáculo, delante de la presencia de Dios:
- Los que se acercan a Dios deben reconocer su majestad (1-10)
- Los que se acercan al Señor deben adorarle sus (11-16)
- Los que se acercan al Señor deben ser purificados (17-21)
- Los que se acercan al Señor deben ser apartados y santificados